DIARIO EL COMERCIO-EL CUBO DE VERANES
Una construcción de nueve metros de altura protegerá el mosaico más importante del yacimiento gijonés y reproducirá, a la vez, las dimensiones de la principal habitación de la villa romana
ANDRÉS PRESEDO/GIJÓN
Domingo, 5 de noviembre de 2006
El señor de Veranes estaría más que satisfecho. Su habitación más emblemática, la que representaba la imagen de su poderío en aquellos tiempos del siglo IV de nuestra era, será reconstruida en su lugar original. La misma altura, idéntico volumen y, sobre todo, el máximo respeto a lo que, a decir de los expertos, era el símbolo del poderío de un personaje de lustre que controlaba una villa de más de 5.000 metros cuadrados. Era el dueño de la tierra, de las cosechas, de los animales y hasta de las vidas de sus súbditos. Como no podía ser de otra manera, el arte y la arquitectura que rodeaban su vida eran reflejo de ese poder. La villa de Veranes, en la parroquia gijonesa de Cenero, es un ejemplo de las comodidades de las que se rodeaba el 'dominus', el señor que ejercía su poder, donde no faltaban las termas utilizadas como elemento calefactor o las estancias lujosamente decoradas. Los arqueólogos, tras años de excavaciones, han hecho numerosos descubrimientos en este yacimiento, quizás el mayor poblado rural descubierto hasta la fecha en el Norte de España, y hasta se han permitido recrear las edificaciones y condiciones de vida de sus habitantes. En pocos meses será visitable. Será entonces cuando se descubra uno de sus secretos mejor guardados: los mosaicos.
Techo de cristal
Localizados en el año 1998, estas obras de arte de la policromía, realizadas en cuatro colores (rojo, amarillo, blanco y negro) se convirtieron, por derecho propio, en uno de los emblemas del yacimiento. Su presencia desvela, por sí misma, muchos mensajes a los arqueólogos. Tanto es así que el Ayuntamiento de Gijón decidió, para garantizar la conservación y la observación del mayor de los tres encontrados, que tiene 40 metros cuadrados, construir en torno al mismo un edificio singular, un cubo de nueve metros de altura que reproduce la habitación original, aquella en la que el señor de la Villa de Veranes recibía a sus visitas ilustres e, incluso, se presume que podía utilizarlo como comedor para banquetes.
¿Cómo será el cubo de Veranes? En la concepción del proyecto tuvieron mucho que ver los estudios realizados por los arqueólogos responsables del proyecto gijonés, Carmen Fernández Ochoa y Fernando Gil Sendino, sobre la villa romana. En su cabeza, y trasladado a papel, está una idea de cómo serían aquellas edificaciones romanas de las que, ahora, apenas quedan unas ruinas de piedra y muros, en su mayoría, de poco más de un metro de altura. A su entender, y a ello se ha ajustado el proyecto realizado por el arquitecto Manuel García, la habitación del mosaico, ubicada en la parte más alta de la villa, tendría nueve metros de altura y una planta cuadrada de nueve metros y medio por cada lado. El reto se planteaba en reconstruir con materiales del siglo XXI un habitáculo que arrope el mosaico y que, a la vez, permita al visitante sumergirse en la vida romana y calibrar la importancia del yacimiento arqueológico gijonés.
El cubo está siendo construido casi 'abrazando' los muros de piedra de la habitación, a menos de un metro de distancia. Así, cada uno de sus lados mide 10,5 metros, y la parte exterior es íntegramente de láminas de madera inclinada, de tal forma que permite la entrada de aire, pero no de agua. Por la parte Norte, a poco más de un metro del suelo y por el exterior, dispondrá de una pasarela, a modo de rejilla metálica y color de forja, desde la que se podrá acceder a tres balcones. Una vez en ellos, el visitante tendrá vista perfecta y cercana del mosaico, con la que se pretende dar la sensación de estar dentro de la misma habitación. A todo ello contribuirá que las paredes interiores del cubo serán cubiertas por una malla de acero inoxidable que pretende recrear los cortinajes que, se supone, tendría aquel digno habitáculo en sus momentos de gloria.
Luego, la parte superior, el techo, será plano y de cristal para permitir la entrada de la luz. El cubo diseñado por el arquitecto Manuel García pretende ser los huesos y la piel de la habitación más preciada de las ruinas de Veranes, sin tocar las obras de policromía y dando una sensación de volumetría reflejo de lo que fue, en sus tiempos, está villa gijonesa.
Las obras del cubo no tardarán mucho tiempo en culminarse, quizás antes de acabar este año, y será, entonces, el momento de colocar en el suelo el mosaico, ya restaurado, que volverá así a su lugar original. No será un trabajo complicado, salvo por la necesidad de ensamblar todas las piezas con lo que se denominan 'cremalleras', pequeñas piedras que deben darle al mosaico un sensación compacta después de su completa restauración, realizada por una empresa especializada de las pocas que hay en España para este tipo de trabajos que entrañan una considerable complejidad.
DIARIO EL COMERCIO, EL MOSAICO DE VERANES CAMBIA DE CASA
El "cubo", ahora derruido, costó hace diez años
540.000 euros e, invadido por el oxido, llegó a dañar la pieza clave del museo.
EL CUBO DE LA VERGUENZA o EL CUBO DE LA BASURA
El mosaico de Veranes ha cambiado ‘de casa’. El controvertido ‘cubo’ diseñado en su día, hace diez años, para proteger esta riqueza arqueológica de la lluvia, resultó ser un fiasco en toda la regla. El Ayuntamiento de Gijón invirtió, en el año 2006, 540.000 euros para la construcción de aquella estructura que, apenas cinco años después, era un amasijo de óxido, que no solo no guarecía de la lluvia al bello mosaico, sino que lo estaba degradando de forma grave. Había que tomar medidas. En 2012 se constató que el citado ‘cubo’ era una ruina y que, a decir de los técnicos, no había otra opción que el derribo. Medio millón de euros habían volado y, además, los plazos para reclamar a la empresa habían caducado.
Ahora, otros cinco años después, aquel desaguisado está solucionado. El mosaico ha sido nuevamente restaurado (119.000 euros) y la caja que lo alberga (220.000 euros), es totalmente nueva, con otro diseño y materiales y está ya dispuesta para ser visitable en pocos días.. En suma, del viejo ‘cubo’ solo queda su estructura de hierro. El resto es totalmente nuevo y construido a conciencia para lograr los dos objetivos fundamentales: evitar la entrada de agua al mosaico y, a la vez, reproducir, en lo posible, el diseño y tamaño de la que, en su día y hace centenares de años, fue la estancia principal del ‘señor de Veranes’.
El nuevo proyecto ha sido diseñado por el arquitecto José Quidiello y presenta una imagen exterior totalmente diferente al anterior, con una cubierta a base de láminas de zinc, colocadas, como un enorme puzzle, una a una y tomando todo tipo de precauciones para hacer imposible que el agua pueda atravesar las paredes, aunque la zona esta muy expuesta. Solo la zona Sur está abierta, aunque protegida por unas ‘orejas’ que también actúan de barrera contra las posibles condiciones meteorológicas adversas. También se ha tratado de que la volumetría responda, como se apuntaba con anterioridad, a lo que sería la estancia original en aquella villa tardorromana. Para ello, se diseñaron unos ventanales en la parte superior, que permitirán la entrada de luz natural y que dispondrán de un sistema de iluminación por leds para garantizar la visita vespertina en los meses invernales.
El interior está pintado en tono ocre y se creó un nuevo ‘contenedor’ para los visitantes
Se chorreó toda la estructura metálica (lo único que quedó del original) para luego tratarla, en diferentes capas, con pinturas de ámbito naval. Luego, la cubierta se hizo nueva y de cuatro aguas, como se supone que era en tiempos de la villa romana, y también está cubierta de zinc para evitar filtraciones. El viejo ‘cubo’ tenía una especie de cortinas metálicas, que resultaron ser una parte del desastre. No se sostenían y, además, generaban el óxido que acababa encima del mosaico, ocasionando un daño que, afortunadamente, no fue irreparable. Todo ello a pesar de que el tratamiento dado por los técnicos a las centenarias piedras fue de interior porque, se supone, no tendría contacto con el agua. La realidad fue, después, bastante diferente.
Ahora, la cubierta, por dentro, es lisa, pintada de color ocre, el mismo que destaca en la decoración del mosaico y se han suprimido dos de los pasillos de visita. Para ver el mosaico en su integridad hay una única entrada, que permite una perfecta visión desde una altura aproximada de un metro. La zona de acceso a los visitantes ya no estará descubierta, como antaño. Ahora se dispone de un nuevo ‘contenedor’ ligado al edificio que, a la vez, puede ejercer las funciones de zona de recepción, exposición y explicación de los detalles del mosaico.
La obra de reforma comenzó a finales del año pasado y fue ejecutada por la empresa Iguastur, de Laviana que, pese a la dificultad de trabajar en época invernal y en una zona tan abierta, ha conseguido cumplir los plazos e, incluso, terminar antes de la fecha prevista.
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