Con este provocativo título pretendo poner sobre la mesa ciertas cuestiones orilladas por la historiografía que durante decenios se ha ocupado inténsamente de los sucesos que originaron el nacimiento y consolidación del Reino de Asturias.
Tales sucesos han sido objeto de numerosísimos estudios con posiciones encontradas que se han sucedido a lo largo de un dilatado tiempo y que lejos de amainar continúan en la actualidad incluso con teorías novedosas (Menéndez Bueyes, Fernández Conde).
Las tesis indigenistas de Vigil y Barbero son mantenidas y renovadas por diferentes autores de los cuales Isla Frez es uno de los mas representativos y lo mismo sucede con las goticistas (Besga Marroquín, Arcadio del Castillo-Julia Montenegro,Brosnich).
Entre ambas corrientes mayoritarias goticismo-indigenismo se haya la posición intermedia de Ruiz de la Peña Solar que podríamos llamar de consenso o ecléctica donde en las primeras etapas de la andadura del núcleo resistente asturiano admite una primacía de lo indígena que se va difuminando posteriormente con la gotización ideológica y cultural auspiciada por la monarquía y alimentada por los refugiados mozárabes del sur de la cordillera cantábrica.
Para este autor Asturias y Cantabria estaban suficiéntemente romanizadas e incardinadas formalmente en las estructuras políticas del Reino Toledano; siguiendo con matizaciones la línea de Ruiz de la Peña Solar algunos investigadores como de Ayala Martínez y otros suponen que el sometimiento formal que no de hecho al Reino Toledano de los Cántabros y Astures explicaba la situación de no normalización respecto a las nuevas estructuras de poder creadas por los conquistadores musulmanes y su renuencia a ceder cotas de autonomia política. También desde diversas partes se ha apuntado la posibilidad de que la probada romanización de las élites locales dirigentes de Astures y Cántabros no afectara a todas las capas sociales de la población.
De tal manera que la tesis de compromiso de Ruiz de la Peña confluye en ciertos puntos con la novedosa de (Menéndez Bueyes, Fdez Conde) que apuntan a la existencia de poderes locales como artífices de la inicial resistencia. Dichos poderes locales herederos de los del Bajo Imperio en Asturias y Cantabria y que sin duda tenían su origen en "la nobleza prerromana" de la cual se valió el Imperio para estabilizar la situación tras la guerra de conquista 29-19 A.C. habrían movilizado a los montañeses y tras una revuelta espontánea proclamarían a Pelayo como caudillo primus inter pares en un concilium o asamblea popular alejada por completo de las tradicionales entronizaciones de los monarcas godos." Qui per omnes Astores mandatum dirigens, in unum colecti sunt et sibi Pelagium principem elegerunt".
Sin duda estas élites hispanorromanas tenían bajo control a amplias capas de población poco o nada romanizadas y cristianizadas lo cual explicaria la designación de Pelayo como defensor de los cristianos Y de los astures y en esta dicotomía inicial "Qui in principis sublimatus potentia uictorialiter dimicans hostes perculit, et christianorum Asturumque gentem uictor sublimando defendit. ..." se plasmaria la esencia del primitivo núcleo opositor al Islam.
Hasta aqui una visión somera de tan debatida cuestión centrándonos en la postura conciliadora de Ruiz de la Peña Solar y la nueva corriente historiográfica de los poderes locales hispanorromanos con la cual enlaza como ya dijimos en ciertos puntos; pero antes de acabar este repaso es preciso mencionar a Brosnich y su revolucionaria teoría de la misa de campaña o hostibus con la que se adhiere a la corriente goticista.
Para el profesor alemán Brosnich y basándose en fuentes litúrgicas aparte de las tradicionales historiográficas la concepción de la guerra del periodo visigodo es idéntica a la del asturiano y tal concepción bélica sería un modelo específico de guerra santa.
El culto a la cruz y la unción sagrada de Alfonso II y posiblemente la de otros reyes asi como el propio relato de la batalla de Covadonga casi literalmente el texto litúrgico de una «Missa de hostibus» o misa de guerra avalarían tal posición.
Llegados a este punto y tras haber visto las posiciones intermedias o profundamente enfrentadas que se mantienen hasta el dia de hoy con gran vigor sería necesario al menos desde mi punto de vista analizar ya que se ha analizado con tanto ahínco la realidad de las poblaciones englobadas bajo el epígrafe de cántabros y astures la de la población de los llamados visigodos o símplemente godos.
Para empezar las gentes englobadas bajo la denominación de godos eran un conjunto de gentes heterogéneas incluso con provinciales romanos adheridos tras su largo periplo por los Balcanes-Italia-Galia e Hispania en torno a una nobleza minoritaria de origen germánico-escandinavo (Balthos,Amalos etc). No está probado en absoluto que los godos que no entraron como invasores en Hispania sino como foederati al servicio del moribundo Imperio Occidental se asentaran tras su debacle en Vouillé en la meseta norte. Mas bien parecen haberse asentado en grandes ejes en torno a las calzadas romanas (eje Zaragoza-Barcelona y Toledo-Mérida) al margen de las guarniciones que con su difícil consolidación extendieron por todo el territorio peninsular salvo probáblemente el norte cantábrico y muy especialmente en torno al recalcitrante reino suevo sometido tras el importante reinado de Leovigildo.
El dominio godo en la península como incontestable y estable es puro mito y fantasía pues a su endémica tendencia a la disputa de la corona electiva con continuos enfrentamientos y magnicidios se daba una situación de precariedad manifestada en diversos sucesos bien conocidos.
Vamos a enumerar algunos importantes: La catastrófica derrota goda en Vouillé (507) a manos de los francos donde perdieron a su rey Alarico II y todo su enorme territorio transpirenaico salvo la septimania; solo la intervención ostrogoda llegada desde Italia impidió la destrucción total del ente político visigodo. La guerra civil entre Atanagildo y Ágila I (551-554) estuvo a punto de provocar nuevamente su hundimiento total propiciando la intervención del Imperio Romano Oriental o Bizantino que se adueñó de una amplia porción de territorio en el sureste peninsular. Se olvida frecuentemente que Atanagildo el vencedor de la contienda tuvo grandes dificultades en el sur no logrando dominar importantes ciudades como Córdoba.Al margen del reino Suevo que subsistió hasta bien entrado el siglo VI (586) con intromisiones como la que le costó su existencia durante la confrontación entre Leovigildo y su hijo Hermenegildo apoyado por la poderosa nobleza terrateniente hispanorromana de Andalucía, sabemos de la existencia de otros núcleos resistentes al poder godo como el de Oróspeda o la aún no localizada Saparia.
La ya mencionada potente nobleza terrateniente hispanorromana de Andalucia habia aprovechado hasta el momento cualquier coyuntura para oponerse al dominio godo que tuvo grandes dificultades para asentarse definitivamente.
Tras el escarmiento de Vouillé la amenaza franca siempre estuvo presente girando gran parte de la política exterior goda en acciones para neutralizarla; la existencia de un dux Francius al que Cantabria obedecía nominalmente añade muchos interrogantes a la influencia de los francos en Hispania y a su relación con el endémico enfrentamiento entre godos y vascones; estos últimos lejos de estar supuestamente a la defensiva como narran las triunfales crónicas toledanas parecen haber protagonizado potentes movimientos expansivos y en profundidad.
En la época inmediatamente anterior a la invasión musulmana el reino godo de Toledo parecía encaminarse a un fraccionamiento territorial y todo ello enmarcado a su vez en la guerra civil que enfrentó a los descendientes del penúltimo rey Witiza, que controlaban el nordeste ibérico y la Septimania, con el probablemente ilegítimo rey Rodrigo que controlaba a su vez el suroeste y que habia sido aupado por una parte importante de la nobleza goda que deseaba mermar el poder de las clientelas y de los hijos de Witiza. Estos querían conservar obstinadamente su primacía política y económica alcanzada durante los dos últimos reinados (Égica-Witiza) y algunos historiadores como Harold Livermoore han apuntado a los fundos reales como la presa mas codiciada.
Pensar que en estas condiciones de casi continua inestabilidad y vulnerabilidad el poder godo hubiera podido en una zona de tan difícil acceso como es Asturias y Cantabria imponer un dominio que fuera mas allá de lo puramente nominal, cuando además sabemos por las crónicas de los enfrentamientos con los pervassores cántabros, con los luggones (ruccones) y los astures incluso en época tan tardia como la de Wamba (680) es muy difícil por no decir casi imposible de digerir. Y para hacer tan difícil digestión ayudaría mucho aparte de tan sesudos como interesados estudios alguna que otra prueba arqueológica determinante. Pero hasta la fecha las únicas pruebas arqueológicas al respecto que han aparecido son las de las murallas defensivas del pico Homón y del Puerto de Mesa que apuntan justamente en la dirección contraria, cortando los accesos a Asturias desde la meseta y datadas mediante carbono 14 entre los años 650 y 710 D.C.
Sin duda alguna los godos estuvieron presentes en los sucesos bélicos en torno a Covadonga aunque no en el bando en el que algunos han pretendido situarlos.
Tras la fulminante invasión musulmana que solo encontró resistencia reseñable en Mérida, el puñado de beréberes mayoritarios (seguramente aún cristianos) y árabes minoritarios con el auxilio godo de los contingentes witizanos se apoderaron de la península prácticamente sin oposición alguna y entre los principales caudillos witizanos estaba Oppas hijo de Witiza y al que algunos discuten su condición de obispo.
Oppas (obispo o no) fue uno de los encargados de preservar los intereses dinástico-clientelares de la familia Witizana auxiliando a los invasores norteafricanos como en el célebre episodio donde acompañó a Muza a Toledo organizando entre ambos la ejecución de los partidarios rodriguistas que aún quedaban en la tomada capital goda.
Los duques provinciales godos pactaron al estilo de Teodomiro, dominante en la Cartaghinense, para preservar su dominio en meticulosas capitulaciones establecidas con los invasores. Probablemente y una vez caidos en la cuenta del error de cálculo tan grande que habian cometido ( los Witizanos pretendian la ayuda musulmana para expulsar a Rodrigo del trono) intentarian una resistencia en las zonas donde tenian implantado su dominio de forma mas firme y que ya dijimos antes estaban en el nordeste peninsular y la septimania gótica; los reinados de Ágila II y Ardón y sus acuñaciones de monedas parecen confirmarlo pero su resistencia incluso en territorios transpirenaicos y en los propios Pirineos de fácil defensa fue tan endeble como la del Guadalete.
Para el bando rodriguista con bases territoriales en el suroeste peninsular la muerte del monarca en el encuentro del Guadalete y el sistemático descabezamiento por parte de los invasores y de los witizanos de sus dirigentes junto a la rápida toma de la capital y el fulminante avance por toda la península debieron hacer prácticamente imposible la resistencia organizada que se centró en la importante ciudad de Mérida.
Una vez perdida la esperanza de recobrar el trono los notables witizanos continuaron disfrutando de su posición de privilegio auxiliando a los musulmanes que intentaban estabilizar la situación de una conquista muy rápida y aún no digerida y que por las propias características de la expansión no se detenía en la península sino que continuaba con éxito hasta el centro de la actual Francia.
Llegados a este punto debemos centrarnos en el territorio donde se produjo la primera rebelión triunfante contra el nuevo orden.
No cabe duda que el caudillo Pelayo llamado por los musulmanes Balaya o Belay el rumí (el romano) era una persona notable entre los astures pues lo prueba el matrimonio forzado entre el gobernador musulmán Munuza con su hermana de la misma manera que la reina viuda de Rodrigo, Egilona, fue obligada a casarse con el hijo de Muza, Abd al Aziz ibn Muza.
Los matrimonios entre los conquistadores norteafricanos con mujeres notables del país eran una herramienta política de primer orden para normalizar la situación y contra este matrimonio se levanta Pelayo por no querer someterse a dicho orden por el motivo que fuere.
Los sucesos de su caudillaje, de su levantamiento, de la expedición musulmana para meterle en vereda y el desenlace son de sobra conocidos pero no lo es tanto el hecho de que acompañando a las tropas beréberes a las que se enfrentó , poco o nada conocedoras del país, estaba el famoso Don Oppas (obispo o no), hijo de Witiza y godo naturalemente y que posiblemente no iria el solo con los beréberes sino acompañado de fuerzas godas witizanas que serían mas numerosas que las propias y escasas norteafricanas por lo que no resultaria nada descabellado pensar que en la famosa batalla de Covadonga los astures se enfrentaron a tropas mayoritariamente godas que combatían bajo el estandarte de la media luna.