LA CRUZADA DE NEVILLE

LA CRUZADA DE NEVILLE

martes, 21 de abril de 2020

La ría de Camariñas y Bergantinos recibieron migraciones de Bretaña en el Siglo VI




ADIANTE GALICIA


La ría de Camariñas y Bergantinos recibieron migraciones de Bretaña en el Siglo VI

 

/Rafael Lema//

¿Por qué la parroquia de San Jorge de Buría-Camariñas perteneció al obispado de Mondoñedo durante más de mil años? Se trata de una donación altomedieval del extenso territorio costero de Nemancos, del que con el tiempo solo quedó esta marca. El arciprestazgo de Camariñas, formado por Buría-Camariñas y Xuño (Ponteceso) permaneció desde 864 hasta 1955 en el obispado de Mondoñedo, antes Britonia. Casos que analizaremos en otro apartado; porque hablamos de viejas raíces históricas que hacen confluir Camariñas y Mondoñedo.

Bases singulares del Obispado de Mondoñedo

En primer lugar debemos citar las bases singulares de este obispado, heredero de una colonia de celto-bretones exiliados que fundan un episcopado. Por ello no es una casualidad que ya durante la creación de este centro espiritual bretón en Galicia, una colla bretona desembarcara en la ría de Camariñas al mismo tiempo que en la Mariña lucense. Tampoco es un hecho casual esta elección, la comunicación por vía marina fue intensa y prolongada en el tiempo, sin apenas cortes, entre Britannia y Gallaecia. La filiación cultural y genética evidente. Fue intensa con fenicios y romanos, en la Edad Media y ya en la Prehistoria.
Es conocido que bretones huidos en el siglo VI crearon el obispado de Britonia en Galicia (llamada la tercera Bretaña), levantando un Monasterio Máximo, bajo un abad-obispo; pero además estas migraciones llevaron a varios grupos a establecerse en la ría de Camariñas y crear una segunda Britonia gallega y otro "Monasterio Máximo", posiblemente en Ozón.
Esta teoría que tengo apuntado en otros trabajos se refuerza con un gran libro de investigación, el "Atlas historique de Bretagne" de Roger Hervé y Yan Poupinot, ya editado en 1986. Hervé, fallecido en 1994, fue un gran hispanista y cronista del mar, defensor de los descubrimientos españoles y portugueses en Australia y Nueva Zelanda. Hervé y Poupinot trazan las rutas de dos migraciones bretonas a la Mariña lucense y a la costa de Bergantiños, un viaje marino claro para los viejos navegantes que saliendo del canal buscaban cabo Vilán como principal referencia, siguiendo vientos y corrientes, además de revisar una centenaria tradición de vínculo entre las costas atlánticas, nunca frenada. Una de las rutas de estos migrantes va directa de Gran Bretaña a la Costa da Morte; en la otra migración los barcos llegaron en cabotaje por todo el Cantábrico, y al arribar a Galicia se dividen en los que quedan en Britonia y los que alcanzan Cabo Vilán.


La primera migración britona que llega a la Costa da Morte parte directamente atravesando el mar sin escala desde el canal de Bristol, del reino de Dywed en Gales; en donde antes habían entrado gentes del sur de Dublín (Leinster, cabo Cahore). Leinster es uno de los grandes centros difusores de la leyenda artúrica, del Lebor Gabhala o libro de las invasiones que trata de la llegada de los milesios galaicos a Irlanda (Libro de Leinster), e introductor de la obra de Paulo Orosio o el muy estimado Isidoro en aquellas latitudes, por ello la relación con la iglesia hispana será larga y productiva.
Además de los ancestrales hermanamientos con Galicia detrás de estas migraciones está igualmente el monasterio galés de Llantwit. Son britanos celtas en todos los casos evangelizados por monjes desde el s. IV, que parten de puertos de la zona de Cardiff y el Swansea. A ellos se unen escoceses del Solway firth, entre Dumfried y Ballantrae. Atraviesan el Mar de Irlanda, el canal de San Jorge, el de la Mancha y la Bay of Biscay. en ruta directa a Bergantiños.

Movimientos documentados durante el reino suevo

De esta zona del canal de Bristol, de Gales, parte otra segunda migración, a la que se unen otras gentes de Wessex, al sur del canal. De la desembocadura del río Severn, la zona de Bridgewater, Weston Wells, Tauton. En esta larga ruta marina algunos grupos quedan en la Bretaña francesa (Britannia minor), otros siguen en cabotaje por el golfo de Vizcaya, quedan de nuevo otros en el País Vasco, y el resto llega a la Britonia lucense y a la Costa da Morte.
Son movimientos documentados durante el reino suevo de Galicia, con muchos contactos por vía marina con estos territorios, sobre todo con el reino franco, tras la conversión del suevo Carriarico al catolicismo (550-559) y sobre todo con los reyes Teodomiro y Miro, que auspician los concilios de Braga. La diplomacia sueva con francos y bizantinos fomenta el comercio y la ayuda bélica (contra arrianos); pero también las misiones evangelizadoras con monjes llegados del norte y del sur, entre ellos el apóstol de los suevos San Martiño, enviado por Bizancio a Braga.
Las relaciones de la iglesia de las dos Bretañas y la hispana serán intensas en la Edad Media. P. R. Giot analizó estos vínculos en "Relatos prehistóricos de Bretaña y Gran Aretaña, Annales de Bretaña" (Rennes, 1954). Tras la batalla de Dyrham en 577 se acentúan las migraciones de britanos al continente; se separan los territorios de Gales, Cornualles, Devon. En el continente en 510 bretones y merovingios firman un tratado de paz. El rey franco Gontram en 580 crea la Marca de Bretaña con el dux Beppolene y mantiene lazos con los suevos en su guerra con los visigodos, enviando una flota a Galicia para levantarlos de la ocupación goda, que será destruida por Leovigildo.

 

 

 

 

 

 

 

Nuevas oleadas de migrantes

Las fechas de las invasiones y asentamientos normandos en la Bretaña están también muy unidos a llegadas de estas flotas a Galicia, o mismo de barcos de exiliados. Vemos como en sucesivas crisis en Bretaña saldrán documentos contemporáneos en Galicia que nos hablan de nuevo de la presencia de bretones, apuntando a nuevas oleadas de migrantes a la tercera Bretaña.
En 851 se crea el reino de Bretaña con Erispoe, en donde se reconstruyen los viejos clanes de Gran Bretaña y se divide el reino en tres, el número mágico de los celtas y también la ancestral marca divisoria de Gallaecia, respetada por Roma. En medio de la invasión islámica en España, esta fecha marca la recuperación de los límites galaicos como reino cristiano libre del Islam, y el inicio del fenómeno jacobeo, cuyas primeras referencias aparecen en los escritorios de los monjes de la iglesia celta britano-irlandesa.
En nuestra Britonia galaica se implantó una forma de cristianismo céltico similar al practicado en Irlanda o Bretaña. Una comunidad cristiana organizada en torno al abad-obispo de un monasterio (el monasterio Máximo), al modo de la fórmula de san Patricio. Las comunidades célticas celebraban la Pascua en fechas distintas a las señaladas por Roma y sus monjes tenían una tonsura diferente a las otras órdenes religiosas, modelos extendidos por la costa gallega. En el año 598 el IV Concilio de Toledo condenó la práctica de este tipo de tonsura, usual en la provincia de Gallaecia, al igual que otros ritos propios.


La extensión de pequeños cenobios en lugares apartados mantiene este vínculo con la organización celto-britona, y destacamos la alta presencia en Bergantiños y la ría de Camariñas de estos monasterios costeros pequeños (diez) de los que solo Moraime destacaría en la era románica, por el apoyo real. San Martiño de Ozón (Muxía) y Santa Mariña do Tosto (Camariñas) nacen en el periodo britano, y marcados por esta hermandad, siendo Ozón el máximo candidato al "Monasterio Máximo" de Nemancos. Destacamos el hecho de la alta proporción de personas de piel, ojos y pelo claro, de tipo alpino, en la zona de influencia del primitivo cenobio altomedieval de Santa Mariña, mayor que en cualquier área de la provincia.
Durante los siglos V y VI, ante la merma de la autoridad romana en Britania grupos de romano-bretones buscaron cobijo al otro lado del mar, huyendo de los anglo-sajones. En principio se refugiaron en áreas más occidentales: Gales, Cornualles, Cumbria. Otros se establecieron en Armórica, que tomaría el nombre de Bretaña. Un tercer grupo de emigrantes navegaron a la Mariña lucense, a Galicia, en una cantidad suficiente como para crear un obispado, llamado Britonia, y un monasterio: la Basílica de San Martiño de Mondoñedo, el Monasterio Máximo. Diócesis mencionada en el 1º Concílio de Braga, de 561 d.C., donde se cita al obispo Maeloc o Mailoc.
La sede de Britonia quedó extinta en el siglo VIII. Sin embargo, todavía en el año1233 un documento menciona una heredad sita en el concejo de Castro de Rey que pertenecía "a aquellos hombres llamados bretones o biortos, y cuyas mujeres se llamaban chavellas". Curiosamente en la ría de Camariñas quedan en la onomástica y como "alcume" formas como "biorto, brión, bretón", o la expresión "chavea" para referirse a una moza. También el topónimo Lordamán (normando)


 


 

lunes, 20 de abril de 2020

CORDOVERO: UNA ALDEA CELTA CON HISTORIA

















Imagen antigua de Cordovero.

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LA NUEVA ESPAÑA 


En el pueblo praviano, como ocurrió en las Galias tras la conquista romana, el suelo agrario conserva en parte la fisonomía que en su tiempo le dieron los anteriores pobladores

 

 En la revista «Campo Astur», de abril de 1968, con el título de «Una supervivencia del colectivismo agrario en Asturias», mostramos un peculiar uso tradicional presente en Cordovero, situado a 12 kilómetros de Pravia, claro residuo de la marca germánica en el aprovechamiento de las tierras de sembradura.
Su fértil ería, conocida como Llousina, de una extensión primitiva de unas dos hectáreas, antes de la construcción de la nueva iglesia parroquial en la parte superior y de la merma por la carretera local, se reparte entre los vecinos beneficiarios para el cultivo individual. El sorteo se hace, cada cuatro años, el primer domingo de octubre, después de la celebración de la misa, y solamente pueden disfrutar de una parcela los residentes en el pueblo, casados e hijos legítimos de matrimonio, cuando uno de los padres hubiese nacido en Cordovero. En caso de muerte de uno de los consortes, el viudo continúa beneficiándose de la parcela, mientras la viuda conserva sólo media.
En los pueblos sujetos a un régimen colectivista, la vecindad va unida a la casa y al matrimonio y, como lleva implícitos los derechos a usar y aprovechar agrícola y pecuariamente los terrenos comunes, no se adquiere por el simple empadronamiento; entre los francos, según textos carolingios, los recién llegados al mansus o explotación rural, llamados huéspedes, creaban múltiples conflictos y, aunque se les toleraba, no llegaban a integrarse en la comunidad vecinal, careciendo, por ello, de sus privilegios; en las ordenanzas del concejo de Aller -modelo de regulación de vida campesina-, los forasteros son igualmente rechazados a participar en el disfrute de los bienes comunales. Por esta razón, en Cordovero, para el disfrute de su ería es necesario tener la condición de vecino arraigado. Resulta curiosa la coincidencia con otras prácticas colectivistas; así en Llánaves (Riaño), desde siempre las tierras labradías se vienen sorteando cada diez años entre los vecinos en lotes de unas tres fanegas -una con 82 hectáreas-, correspondiendo a las viudas sólo medio lote.
Originariamente, la Llousina, como el agra gallego, estaba cerrada con sebe o un fuerte desnivel y tenía una única entrada, por lo que debía hacerse en todas las suertes un cultivo obligatorio -antes sería escanda o centeno y últimamente maíz y fabas-, permitiéndose el paso o serventia a través de las mismas para las labores del cultivo -abonado y arada-, que se iniciaba en las inferiores y la recogida de la cosecha, que, al contrario, comenzaba por las superiores, concluyendo todo ello en determinadas fechas: la ería se abría el 29 de septiembre, festividad de San Miguel, y se cerraba el 25 de abril, día de San Marcos.
Incluso, antes, levantadas las cosechas, pudo aplicarse la derrota, usual en los cortinales para el aprovechamiento de los rastrojos por los ganados del pueblo.
Por tradición oral -según me manifestaron entonces los hermanos Lola y Camilo García, los más viejos del lugar-, se sabe que los beneficiarios originarios fueron seis familias y el cura párroco, que disfrutaba también de una parcela en propiedad, de veintiséis con veinticinco áreas, que fue vendida por el Estado en la desamortización de los bienes del clero secular, a mediados del siglo XIX, pasando al patrimonio de un vecino. La superficie de las suertes varía en todos los repartos por los cambios acaecidos en la demografía local. La caída de la población rural se inició hacia 1968, bajando en aquel cuatrienio las parcelas de veintidós a diecinueve, según se refleja en el catastro de rústica (polígono 53, parcelas 50 a 69, excluida la 65 por el motivo expuesto). Igualmente, es notorio y proverbial en el pueblo que la ería de la Llousina fue donada por una dama de la nobleza para su disfrute en las condiciones referidas; al no existir documentación histórica acreditativa de esta leyenda, consideramos el asunto como una reminiscencia de la marca en la colonización por un pueblo o comunidad de su territorio: la casa y el huerto, hufe, de propiedad privada; las erías repartidas periódicamente para el cultivo independiente y los pastos y bosque, allmende, indivisos para el aprovechamiento en común del vecindario.
Ahora, desde la publicación de la «Colección Diplomática de Celanova» por Emilio y Carlos Sáez y, especialmente, de la «Vida y milagros del obispo San Rosendo», sabemos que la gratitud de las gentes de Cordovero, en forma de tradición, transmitida de generación en generación, no es una leyenda, responde a la realidad histórica: la donante de la Llousina fue Ilduara, casada con el conde Gutier, una aristócrata del siglo X, como titula M.ª del Carmen Pallares Méndez su magnífica monografía.
Con la expansión del reino de Asturias, Alfonso I organiza la administración territorial, delegando en los comtes, sus hombres de confianza en la guerra y en la paz, la plena autoridad real en determinadas áreas o comarcas de sus extensos dominios. Y en el matrimonio de Ilduara y Gutier se fusionan dos de las principales familias del reino astur-leonés: ella era nieta de Gatón, conde del Bierzo, e hija de Ero, conde en tierras de Lugo; y él, hijo de Hermenegildo, consejero y pariente de Alfonso III, casado con Hermosinda, prima del rey, cuya hija Elvira, a su vez, fue esposa de Ordoño II de León.
Resumamos el relato de la «Vida y milagros de San Rosendo (907-977)». Ilduara, desesperada por no tener descendencia tras continuas súplicas en diversos santuarios, estando en la villa real de Salas se dirige al monte Córdoba, distante unas dos millas en línea recta por el bosque, y el gran sufrimiento y sus piadosas oraciones acaban en una visión angélica anunciadora del cumplimiento de sus anhelos. Llamado su esposo Gutier, que estaba combatiendo a la morisma en Coimbra y transcurrido el debido tiempo, nació su primer hijo, San Rosendo, al que siguieron después otros cuatro. En acción de gracias, dio libertad a las familias siervas y les cedió la mitad de la heredad que poseía en aquel lugar, edificando en el mismo una iglesia en honor de Dios y de San Miguel.
Este suceso, despojado de los excesos hagiográficos, puede ubicarse perfectamente en el actual Cordovero. El monje cronista Ordoño de Celanova olvida el nombre real de Cordovairo, situado en Salas (Asturias), donde Ilduara y Gutier poseían una villa o explotación agraria, pese a su múltiple constancia en la documentación del monasterio, sonándole, a los doscientos años, por semejanza la capital del Califato.
Coinciden con este parecer fray Justo Pérez de Urbel, M. Gómez Moreno y, recientemente, Miguel Calleja Puerta; lo avalan tanto la orografía, pues en el relato se dice que Ilduara «mando preparar un camino por la cima del monte» y, en realidad, del castillo de Salas a Cordovario, por Camuño y Linares, atravesando el carbayeu del Rey, entonces más extenso, sin servirse de la vía romana de La Estrada a La Calzada, en línea recta hay unos diez kilómetros, como la preferencia de San Rosendo por el lugar, ya que firmado el año 934 la partición de los bienes de sus padres y abuelos, le corresponde a cada heredero una quinta parte en Cordovario y en el año 951 accede a la perteneciente a su hermana Adosinda.
Seguidamente, hacemos la descripción histórica de Cordovero. Gutier, en el año 912, efectúa a su esposa Ilduara una donación, donatio inter cónyuges, consistente en la mitad de lo conseguido y que pueda conseguir de la generosidad regia y de la participación en la guerra -muestra de su cariño al hacerla copartícipe del control de sus bienes, sobrepasando a la propia ley-, en la que, por lo que nos interesa, se dice: «in territorio Asturiensi villa quam vocitant Cordovarium ab integritate, qui est fundata iuxta ripa riui Arancum, cum adiacentiis vel cunctis prestationibus suis».
En base a este texto, suele atribuirse la fundación de esta villa agrícola a un ascendiente del conde Hermenegildo, lo que es un desatino, pues en ese caso llevaría unido el nombre de su posesor, como ocurre en otros lugares del entorno próximo o Villagatón, en Brañuelas (el Bierzo, León), debiendo desecharse, igualmente, la colonización por cristianos huidos de Córdoba. Posiblemente, la concesión de Cordovero se deba a una merced del rey Silo -celta con dominios en Lugo- a un compañero de armas de la misma etnia por la ayuda prestada en la batalla del monte Cupeiros, en Castroverde, al llevar incluida también Cañedo, en la misma cuenca del río Aranguín y muy cercano a la corte de Santianes (Pravia).
En los viejos tiempos, el campesino, «enemigo del bosque oscuro», hacía un claro en el mismo y formaba un pueblo, siempre que se diesen unas circunstancias favorables: terreno ligero y fácil de arar y una fuente abundante, prefiriendo las laderas soleadas, donde la viviendas recibiesen el máximo de luz y el menor azote de los vientos. Todas estas cualidades, poseídas por Cordovero en grado sumo, las tuvieron que aprovechar, indudablemente, gentes colonizadoras en época anterior a los hispano-romanos, asentados después en villas en los alrededores. La etimología del topónimo lo confirma. Cordovario está compuesto de una raíz indoeuropea *cor que indica construcción redonda y, por ende, cerrada, contenida con igual significado en corro (depósito para la maduración de los erizos), corral, cortinal o llousa en bable, corondas de hórreos y paneras, corium (cuero) e incluso corbatas (castañas cocidas con su piel), a la que se añade el sufijo o alargamiento *avario, de varetis, palabra de origen zenda, que significa valla o cercado, y que en el caso del arroyo Savario, en dicho lugar, indica límite del territorio.
Estrabón, en su famosa obra, dice que los celtas vivían dentro de una especie de cercados, de kraals circulares, que servían a la vez de parques del ganado. Este sistema de parque o prado comunal denota una economía esencialmente pastoril, por la protección que ofrecía para los animales, sin menoscabo a las producciones agrícolas para el sustento diario. Puede observarse, a simple vista, que el núcleo originario de la villa de Cordovero fue un cercado o empalizada entre las viviendas de sus primeros moradores en torno al prado comunal, hacia el cual podían incluso conducir, por gravedad, el agua de la fuente cercana.
Cuando publiqué, en 1968, el referido trabajo, como se confiase en las posibilidades de la moderna agricultura de grupo, propuse un modelo para dar rentabilidad económica a la explotación de la Llousina; fracasada, casi totalmente en España, aquella idea de gestión comunitaria para paliar los defectos del minifundismo, ahora con el fuerte éxodo rural, la ería ha dejado de cultivarse, se dedica a pasto y de los once vecinos residentes durante todo el año en el pueblo sólo tres matrimonios jubilados tendrían derecho al disfrute de este bien comunal en la forma tradicional.
Como colofón, debemos resaltar que en Cordovero -como ocurrió en las Galias tras la conquista de Julio César-, el suelo agrario ha conservado en gran medida la fisonomía que en su tiempo le dieron los celtas. Certera apreciación la de Ortega y Gasset: «El alma del labriego es docilidad y tradicionalismo, recogimiento de lo cotidiano, imperio del hábito, gravitación hacia el pasado».

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jueves, 16 de abril de 2020

LANCIA DE LOS ASTURES


















ILEON

Arqueólogos leoneses y cántabros localizan dos asentamientos militares romanos en Arrabalde (Zamora)

Identificaron mediante el procesado de datos LiDAR las primeras evidencias arqueológicas del asedio romano al castro de Las Labradas.


Un equipo formado por arqueólogos leoneses y cántabros ha localizado dos recintos militares romanos de campaña junto al castro de Las Labradas, ubicado en Arrabalde, en la provincia de Zamora, "muy probablemente relacionados con el asedio y conquista de ese importante 'oppidum' astur durante la primera fase de las campañas de Augusto contra cántabros y astures, en el año 25 antes de Cristo", según indicó el arqueólogo José Ángel Hierro.
Los dos recintos fueron identificados en noviembre de 2018 mediante el procesado de datos LiDAR disponibles en la web del Instituto Geográfico Nacional. "El LiDAR es una técnica de teledetección óptica que permite obtener modelos digitales del relieve y que se emplea en la prospección arqueológica", explicaron las mismas fuentes.


El mayor recinto romano ocupa casi toda la cima del alto de La Mina, en el municipio de Villaferrueña, y se localiza unos 750 metros al este de las defensas más orientales del castro de Las Labradas, situadas en la zona conocida como El Marrón. "Tiene una superficie de casi seis hectáreas, planta irregular adaptada al terreno abrupto sobre el que se levanta y capacidad para alojar a más de media legión, unos 3.000 hombres", anotaron.
"Sus defensas consisten en un terraplén de tierra y piedras, denominado agger por los romanos, que se combina con los afloramientos rocosos y cortados naturales y presenta una puerta en clavícula interna en su lado occidental", añadieron.
Los arqueólogos apuntaron que las puertas en clavícula, que obligaban a los atacantes a dejar al descubierto su lado desprotegido, en el que portaban el arma y no el escudo, son "exclusivas" de los campamentos romanos y su presencia sirve para identificar este tipo de yacimientos con un "alto grado" de fiabilidad. "El tamaño y las características del campamento de La Minapermiten suponer para él una función principal dentro del asedio".
El otro recinto, de alrededor de una hectárea, se localiza a apenas 200 metros en línea recta desde la muralla indígena, sobre una cresta rocosa cuyas defensas naturales se complementan con un doble agger a base de piedras, ya en terrenos del término municipal de Arrabalde. "Su función pudo consistir en hostigar a los defensores con catapultas, escorpiones y otra artillería de torsión, tal y como ha sido documentado en otros conjuntos similares de época romana", expusieron.
Los investigadores consideran que el dispositivo de asedio tuvo que contar con varios campamentos más, situados en torno al oppidum indígena, cuya localización es desconocida hasta la fecha, y confían en que futuras prospecciones sistemáticas sobre el terreno permitan realizar nuevos hallazgos.
El yacimiento de Las Labradas es conocido por el hallazgo en su interior de dos importantes ocultamientos de joyas astures y algunas monedas de oro y plata, los conocidos como primer y segundo tesoro de Arrabalde. Desde su descubrimiento, en la década de 1980, se ha dado por hecha la relación entre el enterramiento de estos dos conjuntos de orfebrería prerromana y la conquista romana del asentamiento indígena.
"Sin embargo, hasta ahora, la presencia legionaria en la zona se limitaba a algunos objetos documentados en el interior del oppidum y al cercano campamento estable de Petavonium (Rosinos de Vidriales)", precisasron. Este recinto, situado a más de siete kilómetros al suroeste, está demasiado lejos como para haber tenido algún tipo de participación en la expugnación del castro, aunque en ocasiones se le haya supuesto una función de ese tipo".
De esta forma, el hallazgo de los dos recintos descritos "comienza a aclarar la forma en la que las legiones de Augusto tomaron el castro de Las Labradas, al tiempo que se contextualizan mejor los ocultamientos de joyas indígenas, en el marco de un asedio en toda regla y del que se empiezan a vislumbrar sus verdaderas e importantes dimensiones".

martes, 14 de abril de 2020

LOS ESPAÑOLES SON MÁS BRITÁNICOS QUE ITALIANOS



















EL CORREO DE ZAMORA


El acervo genético de las actuales poblaciones en todo el mundo es el producto de múltiples mestizajes

 

 Aunque no tengamos muy claro todavía quiénes somos, la investigación genética ha avanzado extraordinariamente desde la publicación de la primera secuencia genómica humana en 2001. Los avances han revolucionado la investigación de la historia demográfica de la humanidad, sobre todo desde que Svante Pääbo fuera capaz de extraer datos genómicos correspondientes a restos fósiles de neandertales y denisovanos. Por eso, hoy cada vez es más factible reconstruir la historia demográfica de las poblaciones humanas utilizando modelos estadísticos extraordinariamente complejos.
En muchos casos, los datos de la genética confirman previos estudios arqueológicos o lingüísticos, pero en ocasiones desafían el nivel de nuestro conocimiento actual. Por ejemplo, la impresionante homogeneidad del genoma europeo es coherente con los estudios lingüísticos sobre las lenguas indoeuropeas y, aun así, ha sido una sorpresa relativa descubrir las peculiaridades genéticas de los italianos del sur, los más alejados del genoma europeo, junto con los finlandeses; o la cercanía genética al resto de Europa de los vascos, que, por hablar un idioma no indoeuropeo, eran los que se suponía que debían presentar una distancia genética mayor.
Otra sorpresa que nos incumbe es el gran predominio de haplogrupo del cromosoma Y, R1b, en toda Europa occidental. Es, con enorme diferencia, el más frecuente en todas las regiones de España. Dentro del R1b, la subclase R-DF27 supone mucho más de la mitad del total de R1b en la Península Ibérica. Lo sorprendente es que El R-DF27 es también una subclase significativa de R1b en muchas zonas de Francia y Gran Bretaña. Sin embargo, es insignificante en Italia. Desde el punto de vista genético, somo por lo tanto más atlánticos que italianos, algo que no parece encajar bien con nuestra historia arqueológica, lingüística y cultural. Pesa más un sustrato común, lejano y aún indescifrable con otros pueblos europeos occidentales que la romanización y la mediterraneidad, que hemos considerado siempre una parte esencial de nuestra identidad.
Otra sorpresa: España, a diferencia de Italia, es muy homogénea desde el punto de vista genético. Por supuesto, hay presencia genética semítíca y del Norte de África, pero es pequeña y se reparte de modo confuso y desconcertante: hay más en Galicia que en Andalucía. El acervo genético de las actuales poblaciones en todo el mundo es el producto de múltiples mestizajes entre distintas etnias, y el país que hoy llamamos España no es una excepción. Pero los genetistas muestran su desconcierto ante la ausencia relativa de genes de pueblos colonizadores o invasores que nos han dejados un legado cultural importante. Ni los fenicios, ni los griegos, ni los romanos, ni los godos, ni siquiera los árabes consiguieron alterar sustancialmente la composición genética de la población peninsular, mientras que nuestra conexión genética más relevante es con diversos pueblos atlánticos como los portugueses, los franceses, los irlandeses, los galeses, los ingleses del oeste y los escoceses.
Los datos son ya muy consistentes, pero faltan explicaciones coherentes con lo que conocemos de la historia, de la lingüística y de la arqueología. Una posible clave podría ofrecerla un estudio reciente de David Reich, de la Harvard Medical School (EEUU) y Carles Lalueza-Fox, del Instituto de Biología Evolutiva de Barcelona, publicado el año pasado en "Science", que tomó como base los genomas completos de 271 restos humanos hallados en un centenar de yacimientos de toda la Península Ibérica y los cotejó con otros secuenciados en investigaciones anteriores de personas que vivieron en el pasado y de otras que viven en la actualidad. El estudio avala la tesis de que, a pesar de que la composición genética de los españoles es producto de varias migraciones de tiempos prehistóricos, la que más impacto tuvo fue la gran ola de cambio genético que se extendió por Europa desde norte del Mar Negro durante la Edad del Bronce En concreto alude a los yamna, la tribu esteparia que, procedente de alguna zona cercana a la actual Ucrania, tras conquistar Europa llegó hasta la Península Ibérica y reemplazó el genoma ibérico prehistórico hace unos 5000 años, trayendo con ellos el primitivo lenguaje indoeuropeo. Ello es coherente con la teoría de la doctora Marija Gimbutas, quizá hoy en día la más ampliamente aceptada para explicar el vuelco cultural que sufrió Europa.
Los nómadas esteparios tuvieron un "tremendo impacto" en Europa y Asia gracias a las ventajas militares que tenían sobre sus enemigos: Su uso del carro tirado por animales les permitía cubrir grandes distancias con gran cantidad de equipaje y suministros, lo que supuso una ventaja crucial sobre el resto de los pueblos europeos. Aunque estos invasores se mezclaron con diversos pueblos preexistentes lo hicieron, según los datos obtenidos por el equipo de Reich, de una manera no simétrica por sexos: un corto número de varones invasores fecundaron a muchas hembras (el AdN mitocondrial, que se transmite por vía materna, es mucho más diverso). Parece que un tercio de la población peninsular fue completamente reemplazada por yamnayas, pero nada menos que el 90% de sus varones porta sus cromosomas. El proceso se realizó durante varias generaciones y no implicó ningún tipo de conquista imperial, sólo un asentamiento y desplazamiento de las poblaciones originales y un apareamiento selectivo de los varones yamnayas con las hembras nativas, algo similar a lo sucedido en buena parte de América latina con las mezclas genéticas entre europeos y aborígenes.


Pero si el gran cambio genético de los tiempos prehistóricos fue el de los yamnayas, el de los tiempos históricos ha sido la Reconquista. Y eso explica la otra parte importante de la gran homogeneidad genómica peninsular. Un grupo de genetistas de la Universidad de Oxford y de Universidad de Santiago nos presenta en otro estudio de 2019 publicado en Nature Communications otra gran sorpresa: el eje de la diferenciación genética dentro de las distintas localidades españolas discurre de este a oeste, como si fuesen husos horarios, mientras que existe una similitud genética notable de norte a sur. Se supone que las poblaciones norteñas fueron repoblando el sur conquistado siguiendo ejes verticales. Habría cinco patrones que libremente vamos a definir como el galaico-portugués, el astur-leonés-gaditano, el castellano-sevillano-granadino, el aragonés-levantino y el catalano-balear. Zamora pertenece al segundo. Según esto, estaría más conectada genéticamente con Huelva que con Valladolid. De nuevo la genética nos aleja del sentido común que nos muestra la cultura. Y es que, aunque seamos genéticamente más británicos que los italianos, desde el punto de vista cultural seguimos siendo, dos mil años después, Nueva Roma.
Sentido común y significación cultural cuyos misterios nos recuerda el poema de Borges que hablaba de "Las migraciones que el historiador, guiado por las azarosas reliquias de la cerámica y el bronce, / trata de fijar en el mapa y que no comprendieron / los pueblos que las ejecutaron".

 

PORT CELTIC CULTURE OF ASTURIES