http://www.academia.edu/34052615/Las_Vallinas_Teverga_Asturias_._An_Iron_Age_and_Roman_Farmstead_in_Northern_Spain
III
Jornadas Internacionales - Evolución de los espacios urbanos y sus territorios
en el Noroeste de la Península Ibérica. 21-22 de Abril. Astorga 2016.
6. "Los supervivientes".
La unidad 2.3. de las Vallinas (año 15 d.C.).
Es en este contexto de inestabilidad durante los primeros años del siglo I
d.C., más concretamente en torno al 15 d.C., cuando la estructura de ocupación
de la Edad del Hierro que habíamos observado en el sondeo 1, se traslada varios
metros cuesta abajo, de forma inmediata a los campos de cultivo.
El paisaje ha cambiado por completo y no solo en nuestra granja. Todos los
castros asturianos con análisis polínicos estudiados, muestran una transformación
brusca del entorno (Maya y Cuesta 2001 ). En el caso de las Vallinas la enorme
proporción de bosque que aflora en las laderas de la Sobia, entorno al 70 %, ha
ocupado los antiguos campos de pastos y las terrazas de cultivo, dentro de lo
que parece un abandono generalizado del paisaje, donde los cultivos de cereal,
en este caso escanda y escaña, son muy escasos.
En paralelo, la vida en la mayor parte de los castros ha desaparecido. En
el caso de Llagú el abandono es también evidente aunque la mayor presencia de
cultivos de cereal con ese creciente bosque ha de entenderse dentro de las
necesidades de sostener a la guarnición militar que ocupa el yacimiento
(Berrocal et alii 2002), mientras que
en la Campa sucede algo similar (Maya y Cuesta 2001), el bosque devora el
paisaje sobreviviendo algunos cultivos de cereal.
Figura 8. Perfil estratigráfico del sondeo 2.
En lo que respecta a la fauna, en Llagú (Balado y Marcos 2006) se produce
una disminución de los bóvidos respecto a animales de explotación local, como
el cerdo y las gallinas, cuyo número asciende, mientras que en las Vallinas las
especies y sus porcentajes coinciden con exactitud con la fauna consumida en la
segunda Edad del Hierro en el vecino castro de la Garba. Las diferencias
interregionales son fácilmente explicables pues Llagú y la Campa han dejado de
ser centros de poder y tienen ahora otra función más localista, por lo que la
fauna consumida es también más local, mientras que las Vallinas, sigue siendo
una granja continuadora de los modelos de explotación económica de la segunda
Edad del Hierro. En este sentido entre el material cerámico de esta época no se
advierte ni un sólo elemento romano y las piezas son idénticas en color,
textura y componentes a las de los niveles de la Segunda Edad del Hierro del
castro de la Garba. Lo mismo ocurre con los materiales líticos donde se siguen
utilizando cantos de cuarcita procedentes del fondo de valle como machacadores
y manos de moler ocasionales.
Existen otros dos aspectos de interés en el repertorio faunístico de la
granja si lo comparamos con el del vecino castro de la Garba. Por un lado el
vacuno consumido en las Vallinas es de una edad muy adulta, de peor calidad
cárnica que en la Garba, mientras que el cerdo desaparece de la dieta y sus habitantes
consumen jabalí.
Figura 9. Núcleo de cuarcita en la base del suelo de ocupación del sondeo
2.
En el aspecto estructural existe
también una mayor precariedad que en los restos conocidos de finales de la Edad
del Hierro asturiana. La choza, más que cabaña de la ue 2.3., aprovecha un
resalte natural y una posición en ladera para su ubicación, y la mayor escasez
de restos de arcillas con improntas respecto a los restos del sondeo 1, nos
llevan a plantear la existencia de una choza más endeble, donde incluso la
techumbre según los análisis, está claramente compuesta de arbusto, y no de
hierbas o cebada, como suponemos para el resto de construcciones conocidas
prerromanas.
En definitiva la precariedad de
medios materiales, estructurales, la mayor pobreza dietética acompañada de un
paisaje abandonado nos lleva a plantear la marginalidad de las poblaciones
rurales astures de estos primeros años del siglo I, si los comparamos con el
contexto económico previo. En nuestra opinión esta brutal regresión tiene una
conexión evidente con la devastación del viejo sistema social y de poblamiento
prerromano a partir de la invasión romana y la conflictividad posterior.
8. Conclusiones.
Nuestra intervención arqueológica
en las Vallinas ha sido un estudio limitado a tres sondeos, suficientes en todo
caso para constatar una realidad perseguida desde nuestras posiciones teóricas
durante los últimos años, como es la existencia de granjas en el poblamiento
cantábrico en la Edad del Hierro en paralelo al poblamiento fortificado.
Como se observa en la ue 2.3.,
este tipo de unidades menores de hábitat sufren también los cambios históricos
que afectarán de forma brusca a los centros de poder. Los estudios del
paleoambiente son similares en todos los casos asturianos analizados, y en las
Vallinas significan un cambio radical, con el paso de un paisaje totalmente
domesticado con una potente actividad agrícola y ganadera, a un paisaje
abandonado. La superficie de bosque ha pasado del 30 % en los años finales de
la Edad del Hierro, a casi el 70% en el año 15 d.C. demostrando la devastación
económica y social del antiguo territorio astur en una época donde no existe un
conflicto militar, pero seguramente si un clima de inseguridad e inestabilidad,
que se intenta solucionar desde Roma con la militarización del paisaje,
instalando una red de turris de
control en las principales líneas de comunicación, caso de la vecina Alesga
(Fanjul, Menéndez y Álvarez 2005).