LA CRUZADA DE NEVILLE

LA CRUZADA DE NEVILLE

viernes, 9 de marzo de 2018

CINZIA CORTESE CONTRA PICTOR IMAGINARIUS


VERANO DEL 2013 EL PEPLUM DE LA LIEBRE Y EL PICTOR IMAGINARIUS


El romano de la liebre cuenta su historia

La restauradora Olga Gago consolidó y enmarcó las 18 piezas del retrato del joven que apareció en la domus del Chao Samartín, pintado en el siglo I, que por vez primera será expuesto al público, en Navia


Son 18 pequeños fragmentos de arte e historia. Juntos nos descubren una figura joven y masculina. Lleva una liebre en su mano derecha y parece presentarla al público. Entre ese rostro romano y quienes se van a acercar a él dentro de unos días en Navia han pasado veinte siglos. Será la primera vez que se muestre al público pintura romana del Chao Samartín.
El retrato, rescatado de las ruinas arqueológicas del gran castro de Grandas de Salime, fue estudiado, consolidado y enmarcado por la restauradora Olga Gago Muñiz, y será la pieza estrella de la exposición que complementará el ciclo de conferencias arqueológicas sobre los castros del Navia.
El pequeño cuadro, que hasta ayer se guardaba en los talleres de restauración del Museo Arqueológicoen Oviedo, «es una pintura de una calidad excepcional», dice Olga Gago. Una obra salida de una mano experta, lo que en el siglo I se conocía como «pictor imaginarius», un artista capaz de realizar retratos y paisajes, más allá de las formas geométricas.
El «pictor imaginarius», explica la restauradora, dirigía un taller artístico, un grupo de cinco o seis personas muy especializado que solían viajar con las legiones y que ofertaban sus servicios artísticos.
El Chao Samartín, una joya de la cultura castreña del norte de España, es la simbiosis de dos mundos. El castro primitivo convive con la domus romana, la residencia de alguien muy ligado a la Administración. Hay pinturas en los castros y también en la domus. Y más que saldrán.
Los artistas viajaban con catálogos, aunque para Olga Gago en el Chao Samartín se nota el gusto del propietario. «Es un gusto clásico, con elementos decorativos antiguos, se perciben cierta nostalgia e ideas muy claras de lo que quería» para aquella construcción, que era a la vez hogar y espacio de recibimiento y representación.
Hay en las pinturas del Chao una gama inmensa de pigmentos, entre ellos el azul egipcio, ocres y tierras y, sobre todo, el rojo cinabrio. Este último color era el más caro de los pigmentos, que se pagaban aparte. El cinabrio se producía en su mayor parte en España -también en Asturias-, pero el control de Roma era tan intenso que la materia prima viajaba hasta la capital del imperio y desde ahí, en un viaje de ida y vuelta, regresaba a las colonias.
El joven romano de la liebre sería una figura de unos 60 centímetros de alto, que seguramente presidiría un panel. Dice Gago que «quizá se trate de una alegoría del otoño». Se encontraron fragmentos de al menos tres figuras más, por lo que no es descartable que formara parte de una representación de las cuatro estaciones.
El artista logró degradar los colores para dar sensación de volumen. Las 18 piezas fueron instaladas sobre una base de resina, respetando las dimensiones de la última capa de mortero, que tiene un grosor aproximado de medio centímetro.
Las piezas aparecieron en un derrumbe y se supone que formaban parte de la decoración de la primera planta de la domus. En la casa del señor los arqueólogos encontraron pinturas de dos talleres distintos. El primero pudo trabajar en el Chao Samartín hacia el año 40, y a él pertenece el joven romano de la liebre. El segundo, entre los años 60 y 90, en época Flavia. Cuando llega ese segundo taller todo indica que algunos habitantes del castro aprovechan la presencia de los artistas para encargarles trabajos en sus casas. Los habitantes del Chao Samartín «comparten espacio con un grupo de muy alto rango», explica el arqueólogo Ángel Villa. Y también ellos se beneficiaban del estatus del Chao. La idea de que en la periferia del imperio las pinturas eran secundarias se cae en el Chao por su propio peso.

Un taller ambulante itálico realizó la pintura mural romana del Chao Samartín



Olga Gago, integrante del equipo de excavación del castro, logra la máxima calificación por su tesis sobre los frescos 


Un taller ambulante de procedencia itálica, originario de la zona del Valle del Ebro, realizó las obras de enlucido y pintura de la domus (villa romana) del Chao Samartín de Grandas de Salime. Ésta es una de las conclusiones del trabajo de investigación sobre las pinturas murales de la época romana del castro, realizado por Olga Gago Muñiz, integrante del equipo arqueológico que lo defendió el pasado día 19 en la Facultad de Humanidades de la UNED en Madrid. Dirigida por Carmen Guiral Pelegrín, máxima autoridad española en la pintura de época romana, la investigación de Olga Gago, licenciada en Bellas Artes y Restauración, obtuvo la calificación de sobresaliente, con una puntuación de 9,5.


La tipología de los frescos hallados en la imponente villa romana de Grandas de Salime fue desde el principio uno de los elementos de mayor interés, tanto por la riqueza de motivos como por la perfección de las técnicas utilizadas. La investigadora aborda el estudio del programa ornamental identificado sobre una de las estancias de la gran casa romana en proceso de excavación en el Chao. Los trabajos se desarrollan en el marco del plan arqueológico del Navia-Eo, patrocinado por la Consejería de Cultura, y están dirigidos por el arqueólogo Ángel Villa.


Ahora, tras el estudio hecho por Olga Gago, se conoce que en la producción pictórica del castro pueden distinguirse dos etapas. La primera y fundamental, según la estudiosa, tiene lugar con la construcción y la decoración de la domus. En esa etapa, los integrantes del taller ambulante introducen la técnica y la tendencia pictórica en el castro, pero también decoran otros edificios del pueblo.


Aunque la pintura mural no gozaba de la distinción de obra de arte, había valores como la singularidad y la autenticidad que eran muy apreciados, por lo que el pintor se esmeraba por garantizar a su clientela, en la medida de lo posible, cierta exclusividad. Los talleres ambulantes viajaban con álbumes, una especie de catálogos donde se recogían tanto motivos decorativos como estructuras compositivas sobre los que el cliente podía elegir.


Según las conclusiones del estudio, toda la pintura de la domus parece elaborarse en una fase única, pero es probable que durante las labores de acondicionamiento de la vivienda se produjera algún tipo de desperfecto que obligara a hacer retoques.


La técnica empleada es el fresco con retoques en «secco». La primera se utiliza para pintar fondos y grandes campos, mientras que los detalles y motivos figurativos son ejecutados en «secco». La paleta de colores es muy rica y es especialmente relevante en el caso de la domus, en la que pigmentos como el rojo cinabrio, el azul egipcio o el negro se emplean sin consideración. Abunda el empleo de medias tintas, dando lugar a una gama de color mucho más amplia que la encontrada en el resto del poblado, donde el colorido está formado por cal, carbón y derivados de hierro, formando blanco, negro, amarillo, rojo burdeos y verde. En los muros de la domus se recogen los colores blanco, negro, amarillo, ocre, tres tipos de rojo, rosa, naranja, morado, azul, al menos dos tipos de verde y marrón.


En lo que respecta a los esquemas compositivos, se adopta la estructura tripartita propia de la pintura romana, con imitaciones de granito en la parte baja y alternancia de paneles anchos y estrechos en la zona media.


La impresionante construcción romana que domina el castro del Chao Samartín revela la presencia en Grandas, hacia mediados del siglo I, de una aristocracia romana que construyó una residencia en un lugar en el que hasta entonces lo habitual eran las cabañas castreñas. La importancia de la casa revela que sus propietarios disponían de los suficientes medios para poder contar con artistas del exterior para ocuparse de la decoración.

Si Vds han leído con atención los dos fabulosos peplums del "pictor imaginarius y la liebre" y del "taller ambulante itálico" les resultará sorprendente la nueva revelación de que en realidad las pinturas romanas de Pompeya no son romanas sino asturianas y mas en concreto de Pola Lena












CINZIA CORTESE | Guía turística de la necrópolis romana de la basílica de San Pedro de Roma

LOS FRESCOS DE POMPEYA SE PINTARON CON CINABRIO EXTRAIDO DE POLA DE LENA


Los tres peplums a cual mas grosero y mas grotesco están urdidos en el gran templo impostor de Cantoblanco; aún no sabemos de que forma van a engarzarlos pero a buen seguro de la forma mas delirante posible.

Sirva esta segunda entrada de la nueva saga de "Cinzia Cortese" para ponerles en antecedentes y alertarles de los sabrosos acontecimientos que nos esperan. 
 

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