TRES ZONAS DE COLONIZACIÓN DE ESPAÑA
I.- HISTORIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA DE RAMÓN MENÉNDEZ PIDAL
No podemos hablar del latín de España únicamente como un todo uniforme. Como ya hemos apuntado fue muy diverso el carácter del latín importado y diversa la intensidad de la romanización.
      La sumisión de 
España al poder de Roma costó 200 años de guerra, y las ondas 
propagadoras del latín en esos siglos y en los sucesivos van de Sureste
 a Noroeste, lo mismo que la onda cultural más ostensible, la de la 
conquista militar. En las tres zonas que hemos distinguido para la 
conquista 29 percibimos bien una 
fuerte gradación descendente en la antigüedad y en la profundidad de la
 romanización si tomamos como índice el número de inscripciones (en su 
mayoría de la época imperial) con que cada una de esas zonas figura en 
el Corpus Inscriptionum Latinarum.
     
 Según dijimos, la primera zona, la de la Bética y Levante (con la 
cuenca del Ebro hasta Caesar Augusta, Zaragoza), conquistada hacia el 
200 a.C, recibe su latinidad desde tiempos primitivos, en los que el 
idioma despertaba perezosamente al cultivo literario por obra de 
escritores que no tenían el latín como lengua materna, Andrónico, 
Nervio, Plauto, Ennio. Es, pues, la porción de España que puede 
participar en la totalidad evolutiva del latín, al par de la metrópoli. 
De esta zona se conservan más de 3.000 inscripciones, sobre todo en 
Barcino (107 inscr.), Tarraco (454), Sagunto (183), Cartago Nova (127), 
Gades (207), Hispalis (106), Corduba (149) e Italica (85).
     
 La segunda zona, la de las mesetas interiores de la Península (y toda 
la cuenca del Guadiana), sometida en el siglo II a.C., comienza a 
latinizarse, según dijimos, en época aún arcaica, de la literatura 
preclásica, cuando escriben Catón (que guerreó como cónsul a los íberos 
en 195) y Terencio. Conserva unas 1.700 inscripciones; de sus centros 
principales, sólo Emerita (159 inscr.) compite en número de lápidas con
 los de la zona primera; los demás ofrecen un número bastante menor: 
Turgalium (Trujillo, 56 inscr.), Caesarobriga (Talavera de la Reina, 
81), Segobriga (Cabeza del Griego, Cuenca, 89 inscr.), Toleto (18), 
Segovia (49), Clunia (Coruña del Conde, 45), Lara (43).
      La tercera zona, el triángulo del Noroeste a partir de una hipotenusa Leiria30-Santander,
 conserva sólo unas 770 inscripciones, y entre ellas están las más 
rudas y vulgares, mientras las de la zona primera son las más correctas.
 Sus ciudades principales son Legio VII (León, 92 inscr.), Bracara 
(Braga, 52), Asturica (Astorga, 50), Luco (32). Esta zona tercera 
empieza su completa romanización sólo en el último tercio del siglo I, 
en tiempo de la latinidad clásica y de la mayor gloria augústea, en 
tiempos de Cicerón, Virgilio, Horacio y Ovidio: así participó sólo en 
la evolución del latín imperial.
     
 La primera zona, la más culta en tiempos ibéricos, la más largamente 
romanizada luego, es el solar donde se desarrollan más tarde el catalán
 y el aragonés, con los dialectos mozárabes de Valencia y Andalucía. Es
 la región más innovadora, la que recibe directamente los influjos 
neológicos, muchos de los cuales no pasan a las regiones del centro y 
del Noroeste.
      La segunda zona,
 la del centro, es donde se produjeron las hablas mozárabes del Sur de 
Portugal y las del centro de la Península, y al Norte los dialectos 
navarro y castellano.
      La zona 
del Noroeste es donde se desenvolvieron el gallego-portugués, el 
asturleonés y el castellano montañés de la Asturias de Santillana. Como 
esta zona no tiene idiomas vecinos más que por el Sureste, todas las 
influencias lingüísticas las recibe a través de la zona segunda; de ahí
 la enorme semejanza del gallego-portugués con el castellano, 
reafirmada constantemente a través de todas las épocas latinas y 
románicas. El mayor aislamiento de esta zona explica el que sea la más 
arcaizante de todas, a pesar de haber sido conquistada más tarde que 
las otras dos (nueva rectificación a la teoría de G. Gröber). Enseguida 
veremos cómo varias ondas lingüísticas, en su propagación de Este a 
Oeste, se extinguen antes de penetrar en este extremo occidental.
     
 Las tres zonas de romanización, al estar relacionadas con el proceso de
 la conquista y sometimiento de los pueblos prerromanos, coinciden con 
la organización dada a la Península por los romanos. Los conventos 
jurídicos en que se subdividían las varias provincias nos permiten 
agrupar comarcas naturalmente relacionadas entre sí31 y sospechar que en función de esas agrupaciones pudo irse articulando dialectalmente la España romana 32,
 ya que cabe observar que algunas divisiones administrativas romanas del
 Norte peninsular convienen con fronteras lingüísticas aún hoy 
perdurable 33 (en el Sur no cabe 
hacer observaciones a causa de la Reconquista, con sus traslados de 
población Norte-Sur). Es un hecho que los cinco conventos del Norte 
vienen a ser los centros de los cinco grandes dialectos neo-latinos: el 
convento Tarraconensis es el solar del catalán (-valenciano); el 
convento Caesaraugustanus, del aragonés; el Cluniensis 34, del castellano; el Asturicensis, del astur-leonés, y el Lucensis con el Bracarensis, del gallego-portugués.
     
 Es de advertir que las diócesis eclesiásticas se conformaron, en 
general, a los límites administrativos romanos, y que en el Occidente de
 la Península (no así en el Oriente 35)
 la vieja división en conventos subsistió durante toda la época imperial
 (así que el convento Asturicense fue después la diócesis de Astorga 36).
Diego Catalán: Historia de la Lengua Española de Ramón Menéndez Pidal (2005)
NOTAS
29  Véase arriba cap. I, § 1
30 La antigua Collippo.
31  Es lógico que se fundaran, en gran parte, sobre agrupaciones tributarias y políticas dependientes del pasado preerromano.
32  A falta, como estamos, de noticias concretas.
33 
  Esta coincidencia de los límites conventuales con divisiones  
lingüísticas posteriores no es, claro está, completa, ni es cosa  
necesaria para que se trate de hechos relacionables.
34  El
  convento Cluniensis incluía la Rioja Alta y no la Rioja Baja. Su 
límite  oriental pasaba entre Vareia (Logroño), de los berones, y 
Calagurris  (Calahorra), de los vascones (E. Albertini, Les divisions administratives de l’Espagne romaine, p.  100, nota 2).
35 
  Donde los conventos Cluniense, Cesaraugustano y Tarraconense fueron  
cercenados en su parte meridional para agregarlas al convento  
Cartaginense hecho Provincia aparte.
36  Es muy curioso observar cómo Hübner y Kiepert en su mapa del CIL, II,
  sin pensar en el dialecto leonés hablado en Miranda y Rionor trazan la
  línea del convento Asturicense incluyendo justamente estos dos 
extremos  de Portugal. Se fundan en que Zoelae = Castro de Avellas 
pertenecía al  convento Asturicense (véase Hübner, CIL, II, p. 362, 707 y 909). Sánchez-Albornoz (en Bol. Acad. Hist., XCV, 1929, p. 322) se excede al señalar todo el curso del río Sabor como límite occidental del convento Asturicense (invocando mi mapa en Orígenes, 1ª ed., p. 516, 3ª  ed., p. 488, donde creo que sigo los de la diócesis de Astorga en el s. X, pero no considero como límite todo el río Sabor).
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
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