Por aquello del celtismo de los pueblos galaicos y astures, cuyos torques nos aprestamos a estudiar, nos limitamos a dar una visión de la simbología de estos objetos entre los celtas, un campo relativamente bien conocido gracias a los documentos arqueológicos, a las fuentes escritas de época romana y a ciertos testimonios iconográficos (Castro Pérez, 1998).
Un primer aspecto a destacar es la polisemia de estos collares que son, obviamente, elementos de adorno, pero a los que los romanos atribuían también un marcado valor identitario –eran representativos de la etnia celta-, al tiempo que los consideraban insignias propias de los guerreros más valerosos. Y además, redondeando el referido concepto acumulativo o polisémico, los torques tenían un indudable carácter sagrado y eran elementos de distinción social -auténticos “símbolos de poder”, dice Brun (2002: 52)-, muy particularmente en el caso de las piezas más costosas, de oro, solo al alcance de una minoría de la sociedad. Tanta carga simbólica nada tiene de particular que recayera precisamente sobre joyas destinadas a “adornar un punto esencial de la anatomía […]: el cuello, que une la cabeza –es decir, la sede de la vida y de la personalidad para los celtas– al resto del cuerpo” (Onians, 1951, cfr. Marcos Simón, 2002: 70). Continúe leyendo en:
LOS TORQUES ÁUREOS DE LA CULTURA CASTREÑA DEL NOROESTE PENINSULAR
Autor: Ángela Pérez Rey
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