LA CRUZADA DE NEVILLE

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martes, 4 de agosto de 2015

TRES ZONAS DE COLONIZACIÓN DE ESPAÑA-FUEGO CONTRA LOS PARACAIDISTAS



TRES ZONAS DE COLONIZACIÓN DE ESPAÑA

 I.- HISTORIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA DE RAMÓN MENÉNDEZ PIDAL

  No podemos hablar del latín de España únicamente como un todo uniforme. Como ya hemos apuntado fue muy diverso el carácter del latín importado y diversa la intensidad de la romanización.
      La sumisión de España al poder de Roma costó 200 años de guerra, y las ondas propagadoras del latín en esos si­glos y en los sucesivos van de Sureste a Noroeste, lo mis­mo que la onda cultural más ostensible, la de la conquista militar. En las tres zonas que hemos distinguido para la conquista 29 percibimos bien una fuerte gradación descen­dente en la antigüedad y en la profundidad de la romani­zación si tomamos como índice el número de inscripciones (en su mayoría de la época imperial) con que cada una de esas zonas figura en el Corpus Inscriptionum Latinarum.
      Según dijimos, la primera zona, la de la Bética y Levante (con la cuenca del Ebro hasta Caesar Augusta, Zarago­za), conquistada hacia el 200 a.C, recibe su latinidad desde tiempos primitivos, en los que el idioma despertaba perezo­samente al cultivo literario por obra de escritores que no te­nían el latín como lengua materna, Andrónico, Nervio, Plau­to, Ennio. Es, pues, la porción de España que puede participar en la totalidad evolutiva del latín, al par de la metrópoli. De esta zona se conservan más de 3.000 inscrip­ciones, sobre todo en Barcino (107 inscr.), Tarraco (454), Sagunto (183), Cartago Nova (127), Gades (207), Hispalis (106), Corduba (149) e Italica (85).
      La segunda zona, la de las mesetas interiores de la Pe­nínsula (y toda la cuenca del Guadiana), sometida en el siglo II a.C., comienza a latinizarse, según dijimos, en épo­ca aún arcaica, de la literatura preclásica, cuando escriben Catón (que guerreó como cónsul a los íberos en 195) y Terencio. Conserva unas 1.700 inscripciones; de sus centros principales, sólo Emerita (159 inscr.) compite en núme­ro de lápidas con los de la zona primera; los demás ofre­cen un número bastante menor: Turgalium (Trujillo, 56 inscr.), Caesarobriga (Talavera de la Reina, 81), Segobriga (Cabeza del Griego, Cuenca, 89 inscr.), Toleto (18), Segovia (49), Clunia (Coruña del Con­de, 45), Lara (43).
      La tercera zona, el triángulo del Noroeste a partir de una hipotenusa Leiria30-Santander, conserva sólo unas 770 ins­cripciones, y entre ellas están las más rudas y vulgares, mientras las de la zona primera son las más correctas. Sus ciudades principales son Legio VII (León, 92 inscr.), Bracara (Braga, 52), Asturica (Astorga, 50), Luco (32). Esta zona tercera empieza su completa romanización sólo en el último tercio del siglo I, en tiempo de la latinidad clásica y de la mayor gloria augústea, en tiempos de Cice­rón, Virgilio, Horacio y Ovidio: así participó sólo en la evolución del latín imperial.
      La primera zona, la más culta en tiempos ibéricos, la más largamente romanizada luego, es el solar donde se desa­rrollan más tarde el catalán y el aragonés, con los dialec­tos mozárabes de Valencia y Andalucía. Es la región más innovadora, la que recibe directamente los influjos neológicos, muchos de los cuales no pasan a las regiones del centro y del Noroeste.
      La segunda zona, la del centro, es donde se produje­ron las hablas mozárabes del Sur de Portugal y las del cen­tro de la Península, y al Norte los dialectos navarro y castellano.
      La zona del Noroeste es donde se desenvolvieron el galle­go-portugués, el asturleonés y el castellano montañés de la Asturias de Santillana. Como esta zona no tiene idiomas vecinos más que por el Sureste, todas las influencias lingüís­ticas las recibe a través de la zona segunda; de ahí la enor­me semejanza del gallego-portugués con el castellano, reafir­mada constantemente a través de todas las épocas latinas y románicas. El mayor aislamiento de esta zona explica el que sea la más arcaizante de todas, a pesar de haber sido con­quistada más tarde que las otras dos (nueva rectificación a la teoría de G. Gröber). Enseguida veremos cómo varias ondas lingüísticas, en su propagación de Este a Oeste, se extinguen antes de penetrar en este extremo occidental.
      Las tres zonas de romanización, al estar relacionadas con el proceso de la conquista y sometimiento de los pueblos prerromanos, coinciden con la organización dada a la Península por los romanos. Los conventos jurídicos en que se subdividían las varias provincias nos permiten agrupar co­marcas naturalmente relacionadas entre sí31 y sospechar que en función de esas agrupaciones pudo irse articulando dialectalmente la España romana 32, ya que cabe observar que algunas divisiones administrativas romanas del Norte penin­sular convienen con fronteras lingüísticas aún hoy perdurable 33 (en el Sur no cabe hacer observaciones a causa de la Reconquista, con sus traslados de población Norte-Sur). Es un hecho que los cinco conventos del Norte vienen a ser los centros de los cinco grandes dialectos neo-latinos: el convento Tarraconensis es el solar del catalán (-valenciano); el convento Caesaraugustanus, del ara­gonés; el Cluniensis 34, del castellano; el Asturicensis, del astur-leonés, y el Lucensis con el Bracarensis, del gallego-portugués.
      Es de advertir que las diócesis eclesiásticas se conforma­ron, en general, a los límites administrativos romanos, y que en el Occidente de la Península (no así en el Oriente 35) la vieja división en conventos subsistió durante toda la época imperial (así que el convento Asturicense fue después la diócesis de Astorga 36).
Diego Catalán: Historia de la Lengua Española de Ramón Menéndez Pidal (2005)
NOTAS
29  Véase arriba cap. I, § 1
30 La antigua Collippo.
31  Es lógico que se fundaran, en gran parte, sobre agrupacio­nes tributarias y políticas dependientes del pasado preerromano.
32  A falta, como estamos, de noticias concretas.
33  Esta coincidencia de los límites conventuales con divisiones lingüísticas posteriores no es, claro está, completa, ni es cosa ne­cesaria para que se trate de hechos relacionables.
34  El convento Cluniensis incluía la Rioja Alta y no la Rioja Baja. Su límite oriental pasaba entre Vareia (Logroño), de los berones, y Calagurris (Calahorra), de los vascones (E. Albertini, Les divisions administratives de l’Espagne romaine, p.  100, nota 2).
35  Donde los conventos Cluniense, Cesaraugustano y Tarraco­nense fueron cercenados en su parte meridional para agregarlas al convento Cartaginense hecho Provincia aparte.
36  Es muy curioso observar cómo Hübner y Kiepert en su mapa del CIL, II, sin pensar en el dialecto leonés hablado en Miranda y Rionor trazan la línea del convento Asturicense incluyendo jus­tamente estos dos extremos de Portugal. Se fundan en que Zoelae = Castro de Avellas pertenecía al convento Asturicense (véase Hübner, CIL, II, p. 362, 707 y 909). Sánchez-Albornoz (en Bol. Acad. Hist., XCV, 1929, p. 322) se excede al señalar todo el curso del río Sabor como límite occidental del convento Asturicense (invocando mi mapa en Orígenes, 1ª ed., p. 516, 3ª  ed., p. 488, donde creo que sigo los de la diócesis de Astorga en el s. X, pero no considero como límite todo el río Sabor).

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