LA CRUZADA DE NEVILLE

LA CRUZADA DE NEVILLE

domingo, 8 de mayo de 2011

PRIMER ATENTADO-MAYO-1992 EL COMIENZO DE LA ALIANZA JAMANDULERO-PARACAIDISTA











PROYECTO GIJÓN DE ARQUEOLOGÍA-VERANES-LAS TERMAS ROMANAS Y EL CAMPO VALDÉS


Fuente: diario El Comercio de Gijón decano de la prensa asturiana 19-5-1992 respuesta del arqueólogo e historiador Don Guillermo M. López a las primeras oleadas paracaidistas capitaneadas por los catedráticos de la UAM doña Carmen Fdez Ochoa y don Ángel Fuentes Domínguez.


A TODOS LOS GIJONESES

El extenso escrito siguiente no es una mera polémica entre arqueólogos. Trata de un asunto muy importante para Gijón, que ha suscitado un movimiento popular sin precedentes en la historia de la ciudad.
Gijón ha sido urbanísticamente destrozado de forma sistemática por la especulación, la incultura y los intereses mezquinos de los poderes dirigentes.
Sobre la ciudad se cierne ahora la amenaza de que sea sepultado, bajo cientos de toneladas de hormigón, el recinto urbano de mayor valor histórico, mas característico, popular y entrañable que le queda a Gijón: el Campo Valdés.

El proyecto municipal de construir una plataforma de hormigón de metro y medio de alto y 2.350 metros cuadrados de superficie en el Campo Valdés para exhibir los restos arqueológicos de las termas, constituye un gravísimo atentado contra la ciencia y contra la esencia histórica de la ciudad. Muchos miles de gijoneses habéis dado vuestra firma para defender este espacio singular del máximo valor histórico y urbanístico contra el citado proyecto.
El clamoroso movimiento ciudadano y la gran importancia de la cuestión me hizo estudiar sus aspectos arqueológicos, históricos, culturales y sociales en un amplio análisis publicado en EL COMERCIO del 23 al 29 de noviembre de 1991. Os agradezco la excelente acogida que los gijoneses dispensasteis a mi escrito, expresada en numerosas cartas al Director de este diario.
Dos arqueólogos de la UNIVERSIDAD AUTÓNOMA DE MADRID, don Ángel Fuentes y doña Carmen Fernández Ochoa, directora de las excavaciones del Campo Valdés, cuyos INTERESES PARTICULARES en el proyecto municipal SON EVIDENTES, han intentado descalificar mi análisis en sendos escritos a EL COMERCIO publicados del 17 al 19 y el 28 de enero, respectivamente.
Me propongo aquí rebatir punto por punto lo expuesto por los citados señores. A la vez intentaré clarificar definitivamente esta cuestión, que tan importante es para todos los gijoneses que aman su ciudad y se oponen a que sigan destruyéndose las señas de identidad histórica que aún le quedan.

LAS TERMAS ROMANAS Y EL CAMPO VALDÉS: UN DESATINO DEL AYUNTAMIENTO AÚN EVITABLE RESPUESTA A DON ÁNGEL FUENTES arqueólogo de la UAM-Universidad Autónoma de Madrid

Agradecimiento a modo de prólogo

Distinguido señor: Le agradezco sinceramente su extenso escrito publicado en el diario EL COMERCIO de Gijón los días 17 a 19 de enero bajo el título "puntualizaciones en torno a un trabajo sobre el Campo Valdés", en el que replica usted a mi análisis "Las termas romanas y el Campo Valdés", aparecido en el mismo diario del 23 a 29 de noviembre.
Como por el modo tan displicente en que usted me alude probablemente se sorprenderá de que le exprese mi gratitud, no estará de mas comenzar justificando ésta.
Le doy las gracias por una serie de razones subjetivas y objetivas que paso a exponerle.
Andaba yo últimamente apesadumbrado por las tristes noticias que me llegan de mi querida Asturias. Ya sabe: la minería, la siderurgia y las otras industrias, la agricultura y ganadería, la pesca....Todo ello en trance de sufrir o sufriendo ya una brutal amputación sin anestesia y, a lo que parece, sin cirujano responsable. Grave, muy grave es la situación a la que se enfrentan muchos miles de paisanos míos. Negro, muy negro se presenta el porvenir, sobre todo para ese 37 por ciento de jóvenes asturianos ya actualmente sin empleo, que pronto serán muchos mas. No sólo se está destruyendo una economía, sino a toda una generación. Y eso tendrá consecuencias históricas gravísimas en todos los órdenes. Como asturiano e historiador, esa negra perespectiva me ensombrece doblemente el alma.
Y estando así sumido en tan sombríos pensamientos, he aquí que recibo EL COMERCIO con su escrito. ¡Imagínese usted! Ha sido como un rayo de sol castellano penetrando en un pozo de carbón cerrado. Y todo eso en el largo y crudo invierno alpino.
Me ha obligado a ocuparme con lo que usted de forma tan personal expone. Y esta nueva ocupación añadida ha tenido la virtud, por su inusual carácter, de aligerar temporalmente mis preocupaciones. Cual Hermes alado ha ejercido usted funciones de verdadero "psicopompos", transportando mi alma del aún inexistente futuro al ya inexistente pasado, o, en términos prácticos, de la triste preocupación a la ocupación gozosa y placentera. Tan placentera, como que me he sumergido en las cristalinas Fuentes de la Sabiduría que tan discretamente manan de su verbo. Y en ellas, se ha refrescado y divertido en grado sumo mi alma, es decir, se ha despojado de anteriores problemas, se ha entretenido y recreado, se ha distraído y alegrado, poniéndose de muy buen humor, cosa impagable en los tiempos que corren. Pero este recreo no ha hecho mas que empezar, pues en verdad es gozosa la tarea intelectual, que aquí emprendo, de darle a usted CUMPLIDA RESPUESTA.
¿Cómo no habría, pues, de estarle yo agradecido por el servicio tan especial que usted desinteresadamente me ha prestado?
Pero aparte de la subjetiva diversión, mi agradecimiento por su escrito, señor Fuentes, posee también solidas razones objetivas. Si este asunto se redujera a una controversia personal entre usted y yo, sería absurdo que la dirimiésemos en público, en las páginas de EL COMERCIO, que tan generoso ha sido publicando nuestros respectivos textos. Sin embargo, lo personal es en este caso totalmente anecdótico e intrascendente, por más que usted lo haya magnificado de tal modo, hasta convertirlo en el tema central de su escrito.
El único y verdadero tema central es el Campo Valdés y la proyectada construcción de una MONSTRUOSA plataforma elevada de hormigón sobre los restos de las termas. Eso es lo importante para los gijoneses, que se han expresado de forma multitudinaria en contra de ese proyecto. EN TODA LA HISTORIA CONOCIDA DE GIJÓN, NUNCA SE HABÍA DADO UN CASO SEMEJANTE DE OPOSICIÓN TAN CLAMOROSA Y UNÁNIME DE LOS CIUDADANOS A UN PROYECTO MUNICIPAL.
Pues bien, su escrito, señor Fuentes, ha tenido asimismo la virtud de animar el debate abierto. Es cierto que podía haber elegido usted una forma menos personal, más elevada o, simplemente, más científica, pero al mérito de esta última animación es suyo, y así se lo reconozco. Como gijonés, tengo que agradecerle su escrito, porque, cualquiera que sea la forma, el estilo y el tono en que usted se exprese, del debate cabe esperar, al menos claridad. Y habiendo deslizado usted la discusión objetiva por la resbaladiza pendiente de la polémica no exenta de invectiva personal por su parte, me obliga a responderle y con ello a intentar un mayor esclarecimiento del asunto principal debatido. Eso se lo agradezco muy sinceramente.

CLARIFICACIÓN NECESARIA

Un primer intento de clarificación fue mi análisis que EL COMERCIO publicó en noviembre y que usted parece que le disgustó tanto. En el presente escrito voy a intentar dirigir el haz de luz a todos los puntos aún no del todo aclarados o sobre los que usted ha proyectado fantasmales sombras. Considero un deber científico y ético, intentar aquí disiparlas. Así lo exige este asunto que tan SERIAS IMPLICACIONES HISTÓRICAS, SOCIALES Y CULTURALES -Y NO SÓLO ARQUEOLÓGICAS- posee para los gijoneses.
Pero es el caso, que usted ha colocado en su escrito una serie de pequeños faroles que, pretendiendo a lo que parece cegarme a mí, no hacen sino arrojar una luz fantasmagórica y distorsionante sobre el objeto a examinar. Me veo, pues, obligado a retirarlos uno a uno, pues son como faroles de feria, que pueden causar "impresión" a los simples, pero no ofrecen nitidez alguna. Lejos de aclarar el asunto, lo desfiguran como un carnavalesco disfraz. Pero la ciencia vive de la claridad y periclita con ella. En el fondo, la obligación del científico no es otra que la de aclarar las cosas. A esa ineludible obligación voy a intentar dar aquí cumplimiento.

DISCULPAS POR ADELANTADO

Le pido por adelantado mil disculpas por las molestias que este necesario ensayo de clarificación pueda volver a causarle a usted, señor Fuentes. La ciencia exige a veces pequeños sacrificios, y no es el menor de ellos el de nuestro particular ego, que usted en su escrito parece anteponer a todo. Procuraré, no obstante, ejecutar tan imprescindible acción con cuidado, para evitar en lo posible que se sienta de nuevo herida su delicadísima sensibilidad. Trataré de usar una suave ironía allí donde sea factible. Fiel a Horacio, intentaré "decir la verdad riendo" (Qamquam ridentem dicere verum. Quid vetat?) Nada lo prohíbe, en efecto. Perdóneme usted si, a pesar de ello, alguna vez percibe bajo la suave forma el duro rigor del concepto. Es que, a veces, habrá que decir cosas graves, verdades graves; mas trataré también de decirlas riendo, como Nietzsche aconsejaba. El "ridendo dicere verum".
Pero no tema usted, dilecto colega, no voy a tratarle con severidad, ni mucho menos. Me sabría muy mal, después de la agradable distracción que me ha proporcionado, máxime después de constatar la extraordinaria fragilidad anímica que aparenta usted en su escrito.
Le anticipo que no voy a eludir nada de cuanto usted escribió. Usted eludió o distorsionó gravemente todos los puntos sustanciales de mi análisis. Pero, naturalmente, no voya a imitarle en esto. Ya conoce el adagio latino "Qui tacet consentire videtur". En español es más lapidario aún: quien calla, otorga. Por el bien de la ciencia y de Gijón, voy a tomarme la molestia de no callar a nada de cuanto usted expuso que no sea justo y correcto. A diferencia de usted, responderé de forma sistemática a todos sus asertos en el mismo orden en que usted los enunció. Y la forma más objetiva de hacerlo será anteponiendo los respectivos pasajes de su escrito, citándolos textualmente con toda la amplitud necesaria.
Eso alargará aún más el presente texto, pero me parece la forma más noble y generosa de responderle a usted, volviendo a presentar al atento lector exactamente lo que usted expuso.

CONTINUARA


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