Su interés por la mitología es casi innato. El autor de Las grandes hadas. La religión mestiza de los campesinos europeos aún recuerda que, con ocho años, leyó una columna de un periódico escolar que hablaba de las xanas. De aquella, Cristobo de Milio Carrín ya tenía en su poder un libro ilustrado sobre mitología griega y la idea de que existiese una mitología de cuño asturiano le resultó cautivadora.
Por eso, este asturianista de Medal, una pequeña aldea de Coaña, ha invertido gran parte de su tiempo en sumergirse entre códices y archivos históricos, investigando todo tipo de leyendas, cuentos, canciones, poemas, etc. Y todo ello lo ha ido volcando en revistas y publicaciones, así como en títulos propios.
Tras su primer libro, La creación del mundo y otros mitos asturianos, el escritor e investigador regresa a la edición con este tratado de la editorial KRK, que recupera la herencia de las grandes hadas que pervivieron en la tradición oral hasta épocas muy recientes. En él también hace justicia a una cultura campesina que sobrevivió a culturas dominantes, como explica este mitólogo, que también se confiesa celtófilo hasta la médula.
Tras su primer libro, el escritor e investigador regresa a la edición con este tratado en el que recupera la herencia de las grandes hadas que pervivieron en la tradición oral hasta épocas muy recientes.
Su firma como Cristobo de Milio Carrín es toda una declaración de intenciones de lo que el escritor considera importante. Y es nada menos que su cuna rural, ya que José Cristóbal García es hijo de Milio (Emilio en castellano), el de Ca Carrín, como en la aldea de Medal se conoce a la casa de su padre. La costumbre del Occidente asturiano de conocer a los vecinos por la casa de la que proceden sigue siendo, para ventaja de algunos carteros, algo muy habitual.
-¿Quiénes son las grandes hadas de las que hablas en tu libro?
-Son espíritus femeninos, anclados a ciertos accidentes del paisaje, con una fuerte personalidad, a menudo con nombre propio, y a los que se atribuyen poderes divinos. En la práctica, eran poco menos que diosas paganas y perduraron en la tradición oral de Europa hasta finales del siglo XVIII, en paralelo al cristianismo.
-Hablas de la religión mestiza de los campesinos europeos. ¿Cómo fue ese mestizaje? ¿Y por qué se mantuvo en el ámbito rural?
-El mestizaje entre religiones adyacentes, el cambio y la incorporación de elementos nuevos, es un fenómeno universal. La cristianización de Europa trató de frenar y de controlar esa evolución. Quizás por primera vez, una élite intelectual se coordinaba para imponer un sistema coherente y rígido de creencias por todo el continente, apoyándose en unas escrituras uniformes y en una armazón filosófica, sancionada en concilios y decretos. Aun así, durante muchos siglos perduraron otras creencias y otras prácticas, religiosas o mágicas, ajenas a las de la Iglesia.
«La Iglesia definía lo elevado y Cristo reinaba muy lejos, en el Cielo, pero aquí abajo la gran hada seguía habitando en la peña que podías ver desde tu casa»
-¿Es entonces cuando se hace realidad esa resistencia campesina que también mencionas?
-Sí, la resistencia de los campesinos a esta uniformización fue discreta y modesta, pero efectiva. Los dogmas cristianos explicaban las grandes preguntas, el destino del alma o el origen del universo, pero la religión popular se aferraba a lo cercano, a los elementos concretos del paisaje inmediato, a los monumentos prehistóricos, a las montañas descollantes, a las cuevas, y llenaban estos lugares llamativos con hadas poderosas que controlaban el tiempo atmosférico e influían en las cosechas y en la salud de humanos y ganado. La Iglesia definía lo elevado y Cristo reinaba muy lejos, en el Cielo, pero aquí abajo la gran hada seguía habitando en la peña que podías ver desde tu casa. En las ciudades, sobre todo a partir del siglo XV, las élites alfabetizadas tendieron a imponer un sistema de creencias más abstracto. En el campo, por el contrario, los campesinos ágrafos siguieron aceptando la magia y las explicaciones mitológicas de la realidad hasta el umbral de la Revolución Industrial.
En mi libro documento un fenómeno muy curioso, por el cual los nobles medievales se atribuían una antepasada feérica, tratando de dar prestigio al linaje. Siglos después, los descendientes de esos nobles rechazaban esos mitos, los cuales seguían sin embargo vivos entre ciertas comunidades campesinas. Ya no eran mitos políticos, ni el hada servía al prestigio de ninguna dinastía, sino que se adaptaba a las preocupaciones de pastores y labradores sobre la producción de alimento.
-En el libro mencionas a una gran cantidad de mujeres sobrenaturales (entre ellas hadas cocineras y panaderas). ¿Hay algún nexo conductor entre ellas?
-Hay muchas coincidencias a lo largo de amplias regiones de Europa. Es una coherencia espontánea, lo cual me sorprende muchísimo. Tengamos en cuenta que las hadas no tenían un clero que vigilase la uniformidad de las creencias.
«El nombre “hada”, de hecho, proviene de las Fata, es decir, el “hado” o destino, que se aparecía junto a la cuna del recién nacido para decretar si tendría una vida larga y dichosa, o breve y desgraciada»
-¿Hay una relación especial de los niños con las hadas?
-Todos conocemos el cuento de Hansel y Gretel. Este cuento es un buen resumen de la ambigua relación entre las hadas y los niños europeos, a veces proveedoras generosas, a veces asesinas caníbales. Desde Galicia hasta los montes del Carso esloveno, se han recogido historias muy parecidas sobre la vieja que se aparece en cuevas y peñas. Los pastorcillos deben saludarla cuando por primera vez suben a los montes, ella espera ofrendas de ellos y, a veces, les reparte panes o tortas, mientras que otras veces, si está decepcionada con su comportamiento, los devora sin piedad.
-¿Qué significado tiene tras de sí el concepto de hada madrina que conocemos a menudo por películas y leyendas?
-La antiquísima diosa del destino, representada como tres viejas que tejen el hilo de la vida y finalmente lo cortan, es una de las raíces a partir de las que evolucionaron las hadas del folklore. El nombre “hada”, de hecho, proviene de las Fata, es decir, el “hado” o destino, que se aparecía junto a la cuna del recién nacido para decretar si tendría una vida larga y dichosa, o breve y desgraciada. Todavía en el siglo XIX era posible anotar, de labios de las campesinas bretonas o galesas, cómo las hadas madrinas se aparecían junto a la cuna y bendecían o maldecían a la criatura, según sus padres les hiciesen, o no, ofrendas que las dejasen complacidas. Son, evidentemente, un mito y una práctica paganas al cien por cien.

El menhir de Capdoubos, también llamado la Peyre Lounque, en Sainte Colombe de Dumes, Francia. Un hada hilandera lo llevaba un día colgando de su huso, camino de Dax. Se encontró con un viejo que le preguntó: «¿A dónde vas?» «A Dax» «Será si Dios quiere» «Que quiera, que no, la Peyre Lounque va para Dax». Pero el viejo, quien no era otro que el buen Dios, se enfadó y obligó al hada a dejar la piedra donde ahora está, para no moverse jamás.
.
-Así que, al igual que hay hadas madrinas bondadosas, hay también hadas temibles.
-Es, de hecho, más fácil encontrarse el lado vengativo del hada, es decir, la bruja. Lo sorprendente es hallar creencias como Áine, en el condado irlandés de Limerick, de quien decían los campesinos que moraba en la colina de Cnoc Áine y que era “la mejor mujer que ha habido nunca”. A la bruja puedes arrinconarla junto a los demonios, y encajarla así en la cosmovisión cristiana. Por el contrario, un personaje femenino capaz de otorgar bendiciones, y al que se atribuye carácter bondadoso, ¿cómo lo embutes en el panteón cristiano, si no es una virgen ni una santa? Me fascina que estas hadas generosas, con rasgos tan bien definidos, hayan sobrevivido bajo la hegemonía de la Iglesia hasta una época tan reciente.
-En Avilés sigue muy presente la tradición de regalar el bollo a los niños apadrinados, ¿de dónde procede esa costumbre?
-He encontrado una web portuguesa donde te dicen que esta costumbre (los portugueses llaman folar al bollo de la madrina, pero se extiende todavía por otros países) proviene de la fiesta judía de Purim. No sé si será cierto: lo comento como un ejemplo de lo difícil que es, a veces, trazar un origen concreto a una tradición. En mi libro recojo un mini-ciclo de leyendas y rituales, extendido por Asturias, Bretaña e Inglaterra, sobre hadas que regalan panes a los niños. En Villamexín, en Proaza, los niños subían hasta la cueva de Maruxina, el domingo de Carnaval, y le pedían que les diese un bollo. Es probable que la madrina sobrenatural tenga relación con la de carne y hueso, aunque no tengo claro cuál de las dos vino antes.
«Los dogmas cristianos explicaban las grandes preguntas, el destino del alma o el origen del universo, pero la religión popular se aferraba a lo cercano, a los elementos concretos del paisaje inmediato, a los monumentos prehistóricos, a las cuevas…»
-¿Cómo se pasó de hablar del poder de unas diosas protectoras del paisaje y de los seres humanos, diosas universales, nodrizas divinas, a las brujas agoreras de la Edad Media?
-Buena parte del libro se ocupa de la literatura medieval irlandesa. En Irlanda se dio una cristianización muy especial, en la que las élites intelectuales se esforzaron por conservar el repertorio de leyendas precristianas, de origen céltico, que heredaron de sus antepasados. Las brujas agoreras eran, en el mito irlandés, la triple Morrígan, las tres furias de la batalla que se complacían en la matanza y que se aparecían, también, para anunciar el final atroz de un rey indigno. Son la manifestación hostil de la misma diosa–Tierra que derramaba sus dones sobre Irlanda, mientras el rey cumpliese fielmente con sus obligaciones. La diosa protectora y las despiadadas brujas son los dos rostros de un mismo personaje. Puedes encontrar una descripción bastante fiel de este mito céltico en el Macbeth de Shakespeare, lo cual ilustra, en mi opinión, cómo una creencia que cumplía cierta función en un sistema mitológico antiguo pudo sobrevivir, aislada y fragmentada, en la literatura medieval o incluso posterior.
-¿Son esas diosas las mismas vírgenes cristianas que aparecieron en ubicaciones que antaño fueron santuarios prehistóricos?
-Si esa transición se dio realmente, tuvo que ocurrir entre el bajo imperio romano y los primeros siglos de la Edad Media. En esa época escasea la documentación y dependemos de conjeturas: por ejemplo, el arroyo que brota bajo la cueva de Cuadonga se llama Deva, es decir, “diosa”, por lo tanto, deducimos que este viejísimo santuario debió de reemplazar el culto a la antigua señora céltica de las aguas. Creo que es una deducción muy razonable, sobre todo cuando comparamos las vírgenes de las cuevas (Cuadonga, Piloña) con las xanas y moras que habitan otras cuevas cercanas.
La frontera entre paganismo y cristianismo en las zonas rurales de Europa es muy difusa. En Asturias, la cristianización fue tan torpe que algunas vírgenes ni siquiera tienen santuario, simplemente son mujeres sobrenaturales, de gran poder y carácter benéfico, que moran en una cueva. En la tradición oral hay historias muy sugerentes sobre un hada que escapó de cierta cueva, expulsada por el cura o, por el contrario, sobre una Virgen que abandonó su gruta porque la gente no se acordaba de rezarle. Me parece muy probable que este tipo de historias (y te las puedes encontrar tanto en Bretaña como en Asturias) registren antiguos cambios religiosos.
«El arroyo que brota bajo la cueva de Cuadonga se llama Deva, es decir, “diosa”, por lo tanto, deducimos que este viejísimo santuario debió de reemplazar el culto a la antigua señora céltica de las aguas»
-¿A quiénes se parecen nuestras xanas asturianas o las devas de los ríos?
-El nombre de la xana, que proviene del latín Diana, oculta varios mitos feéricos, varias leyendas relativamente independientes, a pesar de que compartan la misma denominación: desde la del niño cambiado o changeling, que en Asturias se conoce como xanín, hasta la del matrimonio feérico, es decir, la de un hombre que se une a la bellísima xana y cuyo matrimonio solo durará mientras él mantenga cierta prohibición, la cual terminará inevitablemente por romper. Todos estos mitos reaparecen, sin apenas cambios, a lo largo de Europa occidental y, en algunos casos, incluso más allá. La comparación con la literatura medieval, viajando hacia atrás en el tiempo desde las hadas francesas medievales hasta la diosa irlandesa de la soberanía, permite trazar una genealogía de la xana, de algunos de sus mitos más conocidos, a lo largo de casi doce siglos.

-Ante la profusión de leyendas y datos, has decidido centrarte en la gran hada del paisaje y del tiempo atmosférico, La Vieya. ¿Por qué esté personaje y qué has encontrado en tu investigación?
-Elegí ese personaje precisamente por esa profusión. La Vieya de las nubes, la niebla y la nieve está por todas partes, hay mucha información procedente de muchos países, ya desde que Gerhard Rohlfs publicó su estudio sobre la que él llamaba la “Vetula”, en 1928. Esa abundancia te permite alcanzar conclusiones con cierta seguridad. Mi investigación viene durando decenios, a estas alturas, pero sigo encontrándome detalles nuevos. Desconocía, por ejemplo, que la gente solía identificar un punto concreto del paisaje, un collado o una cumbre, por donde solían penetrar las tormentas, y situar ahí la morada de la Vieya. En el libro he incluido ejemplos desde Ayer, Asturias, hasta la República Checa.
-¿Cuánto hay todavía por descubrir de la mitología asturiana?
-Todavía queda mucho, no me cabe duda. Un filón que, de momento, está muy desaprovechado, es la historia de los santuarios cristianos. En Galicia han encontrado cosas asombrosas en lugares como A Lanzada, Santa Eulalia de Bóveda y, especialmente, en Santa Mariña de Augas Santas, en Ourense. La cripta de la basílica de Augas Santas reaprovecha la sauna prehistórica del castro de Armea. Ha habido una continuidad en las prácticas religiosas de miles de años. Me pregunto qué podríamos descubrir, por ejemplo, si hubiese una excavación sistemática en el santuario de Villaoril, Navia, o en Llugás.
«La Vieya de las nubes, la niebla y la nieve está por todas partes, hay mucha información procedente de muchos países (…). Esa abundancia te permite alcanzar conclusiones con cierta seguridad»
-Dado que muchas costumbres a fiestas y leyendas tienen su historia paralela en otras culturas y países, ¿hay que salir fuera de nuestras fronteras para entender en mayor profundidad nuestro legado imaginario?
-El comparatismo puede ser engañoso, y no puedes dejarte llevar por semejanzas superficiales entre las historias de países alejados. Dicho esto, extender el ámbito de estudio y analizar los mitos en territorios cada vez más amplios nos permite encontrar patrones repetidos que revelan su significado subyacente. También es muy importante buscar los detalles, en apariencia intrascendentes, que tal vez sólo se conservan en una o en unas pocas variantes y que pueden ser la clave para restablecer la evolución del mito a lo largo de los siglos.
-Tú mismo confiesas que atravesar terreno celta es resbaladizo, y entiendes que lo céltico ha sido rebajado e incluso atacado. ¿Es una herencia que nos pertenece y de la que estar orgullosos?
-Nunca es buena idea eso de enorgullecerse de algo que no has hecho nada para merecer, pero sin duda el sustrato celta de la cultura asturiana merece ser valorado, estudiado y divulgado. No solo por su interés intrínseco, sino también porque representa la parte de nuestro patrimonio que llegó hasta nosotros sin la ayuda del Estado ni de la Iglesia, es decir, aquello que llegó transmitido espontáneamente por los campesinos, sin intención propagandística ni política.

-¿Percibes todavía cierta celtofobia en el ámbito cultural asturiano?
-Cada vez menos. El otro día asistí a la presentación del libro de Ángel Villa, en colaboración con otros investigadores, acerca de las saunas prehistóricas de los castros del noroeste peninsular, y varios capítulos son obra de notorios historiadores a los que podemos calificar de celtófilos. No sé si a ellos les gustaría la etiqueta, pero es innegable que no tienen problemas en comparar las culturas antiguas de Asturias y Galicia con paralelos irlandeses y galos. No me imagino un libro así publicado por la Universidad de Oviedo ni por el BIDEA, hace treinta o cuarenta años. No obstante, la web oficial del Ayuntamiento de Xixón todavía se enorgullece de la estatua de César Augusto, en Campo Valdés, calificándolo de “El gran conquistador de estas tierras”. Esa romanomanía, ese culto al invasor frente al indígena, es lo contrario del celtismo.
-¿Lo más valioso de nuestra historia mitológica aparece en los sitios más humildes y apartados?
-Cuanto más humilde y más apartado, más probable es que el impacto de los medios de comunicación de masas llegase en época más tardía y, por tanto, mejor se habrán preservado los vestigios de la cultura asturiana preindustrial.
-Los etnógrafos y estudiosos del folklore Ambás y Alberto Álvarez Peña fueron modelos a seguir, pero en tu caso ¿eres más investigador de biblioteca que entrevistador presencial?
-Lo de Ambás y lo de Alberto me parece admirable, eso de llamar a la puerta de una casa y pedirle a la abuela, por las buenas, que te cuenten historias. Como explico en mi libro, a mí me resulta incómodo abordar a la gente. Lo paso mal, tiendo a pensar que estoy molestando. Leer, en cambio, me encanta. El subidón cada vez que una pieza encaja, cada vez que descifro un dato útil de algún libraco, escaneado en archive.org, es indescriptible.
«Simpatizo con los campesinos, me gusta poner en valor su cultura, y simpatizo con los pueblos periféricos, como los asturianos, que vamos siendo asimilados y desdibujados»
-Prácticamente nadie conoce romances de tradición oral, pero se ha recopilado buena parte de este patrimonio oral, se han puesto a salvo a través de archivos sonoros y también con colecciones fotográficas. ¿Es suficiente?
-Siempre se puede hacer más. Hay varios archivos personales, conteniendo cientos de entrevistas acerca de tradiciones, mitos y creencias de todo tipo, recopilados por diversos investigadores aficionados, que (siempre con la colaboración de estos investigadores, por supuesto) deberían transcribirse, editarse, clasificarse, volcarse en formatos más duraderos y accesibles, y ponerse al alcance de la comunidad académica de todo el mundo. Es cierto que lo más importante y lo más difícil ya está logrado, es decir, salir por las caleyas y entrevistar a la gente de los pueblos cuando el repertorio todavía estaba bien vivo, a finales del siglo XX. La materia prima, lo más frágil y perecedero, lo hemos preservado.
-Desde tu pasión investigadora, ¿qué luchas te despiertan más interés?
-Hablé al principio de nuestra charla de la resistencia campesina. La idea de resistencia subyace a todo el libro, desde los irlandeses altomedievales que se empeñaron en escribir en su lengua, y no solo en latín, hasta los vascos que subían en procesión para rezarle a la Mari, la señora de las tormentas, en su cueva de Anboto. Quizás sea porque hoy día vivimos vigilados y controlados constantemente, pero me encantan esos mitos y esas creencias que perduraron y se difundieron a despecho del poder religioso y político. Me encanta que el celtismo cruce media Europa, como una veta mineral, ignorando fronteras políticas, uniendo a los galeses protestantes con los bretones católicos. Aquí me salgo de la pura investigación mitológica y entro en mis preferencias personales, en mis convicciones políticas. Simpatizo con los campesinos, me gusta poner en valor su cultura, y simpatizo con los pueblos periféricos, como los asturianos, que vamos siendo asimilados y desdibujados. Las grandes hadas, el celtismo, el mestizaje espontáneo entre el paganismo y el cristianismo, me parecen otros tantos símbolos de libertad. Eso es lo que me apasiona.
No hay comentarios:
Publicar un comentario