lunes, 2 de diciembre de 2019

EL ÚLTIMO REDUCTO DE LOS ASTURES

















                                                           El castro ocupa una extensión de 14 hectáreas. CADIERMO Y SASTRE

DIARIO DE LEÓN


Aprovecharon los crestones rocosos y la piedra extraída del farallón para levantar una enorme fortaleza y concentrar a toda la población de la zona en el interior de un enorme recinto amurallado de 14 hectáreas. Pero no les dio tiempo a terminarlo. Los romanos se les echaron encima, acamparon en la colina de enfrente y después de un asedio más o menos tenaz entraron en el castro, bien por la fuerza o bien después de que sus defensores rindieran sus armas.

El castro de Peña Piñera en Vega de Espinareda, el de mayores dimensiones del Bierzo, pudo ser un fortín de las Guerras Cántabras y Astures (27 a 19 a. C) o bien de alguna de las revueltas posteriores, en el primer siglo de la romanización. Es la hipótesis hacia la que apuntan las excavaciones arqueológicas emprendidas este verano por los investigadores Feliciano Cadierno y José Carlos Sastre. Los trabajos, financiados con tres mil euros del Instituto Leonés de Cultura con el apoyo del Ayuntamiento de Vega de Espinareda y concentrados en un área de 25 metros cuadrados, han servido para sacar a la luz hasta 28 objetos de valor arqueológico, entre molinos de mano y afiladores de piedra de los pueblos de la zona y tachuelas de legionarios. Para seguir avanzando en la investigación arqueológica—y determinar, por ejemplo si finalmente hubo algún tipo de batalla— haría falta financiar una campaña más ambiciosa y Cadierna no descartaba ayer recurrir al crowfounding para continuar el próximo verano.
«Se trata de un escenario de las Guerras Cántabras y Astures o de alguna de las revueltas astures del siglo I d. C, que se mencionan en las fuentes clásicas» es la conclusión del informe de Cadierno y Sastre. La muralla fue construida «con cierta prisa, como si supieran que una amenaza se cernía sobre ellos y se estuvieran preparando. Creemos, sin miedo a equivocarnos, que dicha amenaza no es otra que el Imperio Romano y sus legiones», añaden los dos arqueólogos. Todo el perímetro está construido con piedra seca y una técnica no muy elaborada, sin apenas cimientos, y aprovechando las defensas naturales de la colina. Da la sensación de que no les dio tiempo a terminar la edificación de la fortaleza. Las rocas de la murallas están «mas no menos escuadradas» en su cara exterior, «pero el relleno interior no se hizo con cuidado». Y en los farallones de donde extraía la piedra «hay bloques marcados y sin terminar de extraer y da la impresión de que dejaron la obra a medias», añade Cadierno.

Apuntalan la teoría el descubrimiento de restos de un campamento romano de planta cuadrangular, con su foso, situado en la colina de enfrente al castro, a unos trescientos metros y orientado hacia la acrópolis de la fortaleza astur. «El Castro de Peña Piñera es tan grande que si te centras en él no ves lo que hay alrededor. El Sol no te deja ver las estrellas», explicaba ayer desde Londres, donde ejerce como profesor de Historia, Feliciano Cadierno. Una reforestación de pino ha ocultado el foso, pero el uso de drones y fotografías satélites ha permitido verificar su perímetro.
















Molino de piedra hallado en el castro. CADIERMNO Y SASTRE

«Creemos que dicho campamento es muy pequeño en comparación con el castro y harían falta otros campamentos situados en otros puntos para realizar un asedio con garantías», añaden Sastre y Cadierno en las conclusiones de su estudio. Lo que está claro, porque lo demuestran los clavi caligae (tachuelas o elementos metálicos típicos de las tropas romanas) halladas en el yacimiento del castro es que los legionarios entraron en el recinto. Queda por saber si lo tomaron al asalto o lo rindieron por hambre.

Depositadas en el Museo de León 28 piezas de valor arqueológico

Feliciano Cadierno cree que los indicios apuntan a que Peña Piñera fue el último reducto de los astures de la zona antes de ser conquistados en las guerras cántabras o vencidos en una revuelta posterior. Las enormes dimensiones del castro demuestran  que se levantó para concentrar a la población de la zona y los molinos y pulidores de roca hallados, en piedra arenisca de la zona que hoy ocupa el municipio de Fabero, son otra prueba de que allí se refugiaron residentes de otros castros cercanos. Es posible además que la fortaleza se levantara sobre un castro anterior más pequeño.
«Lo más probable es que no estuviera toda su superficie edificada, sino que sirviera de refugio a sus habitantes y para los habitantes de otros castros cercanos que pudieran depender de este», explican los autores en su estudio arqueológico. En las inmediaciones hay restos de al menos cinco castros más, de menor tamaño, unos de cronología romana y otros indefinida. 

Las 28 piezas halladas —ocho molinos, cinco pulidores o afiladores,  muestras de mineral de hierro y lajas de pizarra, materiales de hoguera, tachuelas de legionario y objetos más recientes como una pieza de arnés de bronce del siglo XVIII y un botón de cinco puntas del siglo XIX— ya están depositados en el Museo de León.

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