martes, 26 de noviembre de 2019

VINO Y PLOMO LA LOCURA DEL IMPERIO ROMANO














DIARIO ABC

¿ESTABAN ENVENENADOS CON PLOMO LOS EMPERADORES MÁS CHIFLADOS DE LA ANTIGUA ROMA?

Los romanos llamaban saturno al plomo, en honor al dios de la agricultura y la cosecha que devoró a sus hijos. Lo usaban en cantidades industriales para vertebrar su avanzado sistema de tuberías y para toda clase de obras de ingeniería. Se calcula que en el Imperio se llegaron a suministrar 1.500 litros de agua potable por persona cada día. Su maleabilidad, su abundancia y su aparentemente inmunidad a la corrosión lo hacían el material perfecto para los ingenieros romanos, si bien, como el Dios Saturno, el plomo también tenía un reverso letal. Hoy se define como saturnismo la intoxicación aguda o crónica por este elemento químico.
Como explica el autor de «Esto no estaba en mi libro de Historia de Roma» (Almuzara), los romanos desconocían por entonces que la exposición excesiva al plomo provoca graves efectos secundarios, entre ellos daños en el sistema nervioso central, convulsiones, anemia, hipertensión, disfunción renal, inmunotoxicidad y la muerte. En el caso de los niños, se ha constatado que incluso niveles de exposición débiles pueden afectar al desarrollo del cerebro y a una reducción del cociente intelectual.
Desde la antigüedad más remota, Plinio el Viejo asegura que el plomo servía para escribir en láminas u hojas de plomo y algunos autores mencionan volúmenes de plomo en los cementerios romanos y en las catacumbas de los mártires. Se empleaba para elaborar polvos faciales, ungüentos de todo tipo y colorantes blancos. Y algunos médicos recetaban directamente el plomo como método anticonceptivo y para algunas enfermedades cutáneas Se utilizaba también para las cazuelas donde se hervía jugo de uvas con el fin de prolongar la durabilidad de los vinos. El plomo disuelto daba lugar, a su vez, al «azúcar de plomo», un edulcorante que los ciudadanos de Roma llamaban «sapa» y usaban para endulzar sus alimentos y sus bebidas. Como consecuencia de esta mezcla explosiva, la cantidad de plomo por litro de vino llegó a alcanzar los 800 miligramos, según distintos estudios.
Todo ello tenía un efecto evidente sobre la salud, puesto que, cuando la exposición continuada supera a la capacidad de eliminación del organismo, este elemento químico empieza a distribuirse por el cuerpo hasta alcanzar el cerebro, el hígado, los riñones y depositarse en dientes y huesos. Allí se acumula entre los cristales de hidroxiapatita y su tiempo de vida puede ser de varias décadas.
Aufderheide detectó en 1985 en un estudio de esqueletos de 20 poblaciones entre el periodo etrusco y la Edad Media que el plomo se hallaba incluido en pequeñas dosis, con un pico en tiempos romanos y una pronunciada caída conforme las minas disminuían su producción
De ahí que muchos arqueólogos hayan buscado restos en los esqueletos del periodo. No en vano, el arqueólogo Arthur C. Aufderheide detectó en 1985 en un estudio de esqueletos de 20 poblaciones entre el periodo etrusco y la Edad Media que el plomo se hallaba incluido en pequeñas dosis, con un pico en tiempos romanos y una pronunciada caída conforme las minas disminuían su producción con el derrumbe de Roma. Del mismo modo, el análisis de las capas del hielo polar muestra niveles de plomo y cobre altos en la época romana, entre otras cosas porque las monedas también se componían de este material.

El vino, el plomo y la aristocracia

Especialmente a través del vino de calidad se extendió la gota saturnina entre las familias más nobles de Roma, lo que se traducía en una artritis doloroso debida a la acumulación del ácido úrico en el organismo. Hay quien ha relacionado este envenenamiento por plomo con la causa de la mala salud mental de algunos de los emperadores más terribles. La depresión, los dolores de cabeza, la agresividad y la pérdida de memoria –típicos síntomas del consumo crónico de plomo– encajan con algunos de los cuadros clínicos de Nerón, Calígula o Cómodo. A lo que habría que añadir la escasa fertilidad que pudo provocó este metal en políticos claves como Julio César, quien fracasó a la hora de dar un heredero varón a pesar de su incansable actividad sexual.
En cualquier caso, nunca se ha podido demostrar que la exposición al plomo provocara una disminución demográfica de lenta cocción que, hacia el siglo V, estalló con la caída del Imperio. Ni el plomo ni la llegada del Cristianismo ni una inflación disparada pueden explicar por sí solos el derrumbe de la civilización más compleja de la Antiguedad. De hecho, hubo quien detectó ya entonces los efectos tóxicos del plomo y desancosejó su empleo. El célebre ingeniero Vitruvio planteó en el siglo I a.C. la necesidad de usar otro material diferente para el transporte de agua. Asimismo, el médico Dioscórides (40-90 d.C.) describió en su obra «De Materia Médica» que el plomo hace a «la mente perezosa»...
 la muerte por ingesta de vino por las clase alta de Imperio Romano fue una de las mayores causas de esa parte de la población.
Algunos escritos dicen que la clase alta romana bebía de uno a cinco litros de vino al día, una práctica que bien podría dar como resultado la defunción por daño irreversible en el hígado (recordemos que hay que beber vino, sí, pero con moderación). Pero lo cierto es que el ‘saturnismo’ no se extendió por el hecho de beber vino sino por beber vino contaminado.
Durante la época romana el vino era transportado en vasijas de barro…. No como las de ahora, un recipiente que se encuentra especialmente de moda para la crianza de vino, sino vasijas de barro recubiertas de plomo en su interior.
¿Por qué plomo? Hay quien dice que las antiguas recetas de cocina romanas indicaban que “el vino debe hervirse a fuego lento en recipientes de plomo, ya que en las vasijas de cobre toma mal sabor; pero lo que no decían es que una ingesta habitual de vino en contacto con el plomo producía un progresivo envenenamiento llamado ‘saturnismo’ (los antiguos alquimistas llamaban al plomo ‘Saturno’ en referencia al Dios Griego que representaban como desequilibrado y agresivo).
Otras investigaciones apuntan que las ánforas eran impermeabilizadas y cerradas herméticamente con una masa que contenía plomo, aunque lo cierto es  otro de los elementos más usados era la pez. El plomo también es un potente fungicida y antimicrobiano.

DEMENCIA Y ALUCINACIONES
Sea como fuere, el caso es que el saturnismo fue una importante causa de muerte durante el Imperio Romano ya que, cuando el plomo llega al organismo, las enzimas lo convierten en sulfuro de plomo, lo que impide el transporte de oxígeno a la sangre y, por lo tanto, al cuerpo. El saturnismo provocaba anemia, alucinaciones y demencia; tal y como les ocurrió a los emperadores Tiberio, Calígula, Claudio o Nerón. En último término, el envenenamiento por plomo produce gota.
El vino se contaminaba de plomo por la cocción del mismo en el interior de las vasijas, tal y como indicaban las tradicionales recetas. Mediante la cocción del vino en contacto con el plomo, se obtenía el azúcar de plomo, el primer edulcorante artificial de la historia.
De esta manera, el resultado final era un vino más dulce de lo habitual. Esta bebida normalmente no siempre se tomaba sola, sino que se mezclaba con agua y con otras especias.
Hoy en día, las ánforas o vasijas de barro son un recipiente muy común que se emplea en la elaboración del vino, incluso algunas se meten bajo el mar. Pero el plomo es un elemento que sigue presente en nuestro día a día y sobre el que la OMS (Organización Mundial de la Salud) no deja de advertir sobre sus peligros.
Hay muchos productos que contienen plomo y que usamos habitualmente, como los cosméticos o las pinturas infantiles. El control en este sentido es extremo (no hay que alarmarse), pero no siempre fue así y artistas internacionalmente conocidos como Van Gogh, Beethoven o Goya murieron por enfermedades causadas por la exposición constante al plomo

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