La actividad económica de Madrid como capital de la inmensa Monarquía Hispánica giraba exclusivamente en torno a la corte; una corte que se había convertido en una pesada carga por su dispendio desmesurado. Para mantenerla era necesario no sólamente exprimir a las Indias sino al resto de la Península.
Por ese motivo cuando en tiempos de Felipe III se decidió trasladar la capital a Valladolid para favorecer la hacienda del duque de Lerma el pueblo de Madrid contempló aquel suceso como una verdadera catástrofe. Afortunadamente para la vieja fundación beréber -Madina Mayrit- las jugosas ganancias obtenidas por el duque de Lerma le animaron a repetir la jugada esta vez a la inversa.
Esta situación se prolongó sin visos de mejoría con la dinastía Borbónica; Madrid se había convertido en una úlcera, en una auténtica hemorragia por donde se desangraba el Imperio Español. Prácticamente todos y cada uno de los habitantes de Madrid vivían gracias a los gastos cortesanos.
Las famosas jornadas de caza real movilizaban a un inmenso ejército de palafraneros, oteadores, mozos de cuadras, guarnicioneros; centenares de caballos y perros participaban en las batidas. El palacio real era una especie de fábrica gigantesca que con los recursos de España y su Imperio tenía en nómina a todo el pueblo de Madrid.
Hasta tal punto esta situación estaba fuera de control que Castilla la Mancha - pues Madrid no deja de ser en realidad una parte de tal región- era a principios del siglo XIX la zona más rica de la Península. Esta circunstancia se daba aún no teniendo la meseta sur puertos ni industria ni había sido favorecido dicho territorio por la naturaleza con los recursos minerales, de comercio o de la producción agrícola variada que se manifestaban en otras partes de España.
Se ha apuntado muchas veces como causa de la ruina de la gran Monarquía Hispánica las guerras exteriores como sostén de la religión católica y de los derechos dinásticos pero no es menos cierto que a la par la actividad cortesana de Madrid fue otra causa tan fundamental sino aún mayor que la primera.
Carlos IV un rey bondadoso aunque apático, de escasa inteligencia, comandado por un valido de ambición ilimitada, Godoy, un intrigante y funesto hijo Fernando VII y una reina casquivana, María Luisa de Parma, el desastre estaba servido. Como muestra un sólo botón; habiendo tenido la reina catorce hijos declaró a su confesor ``la dinastía Borbónica'' está extinta pues ninguno de los hijos es del rey.
Napoleón y sus agentes no tuvieron mucha dificultad para engañar a aquella banda de tontos que estaba en la cúspide del poder español; circunstancia esta que se ha tornado en costumbre hasta la actualidad con escasos intervalos y así convenció primero a Carlos IV y a su esposa para trasladarse a Francia y mas tarde a Fernando VII con lo que dejaba el trono expedito a su hermano José Bonaparte mas conocido como Pepe Botella.
Pues bien durante todos esos acontecimientos ¿dramáticos? más bien delirantes o de ópera bufa sino hubiera sido por la consiguiente Guerra de la Independencia y sus centenares de miles de muertos, existió la opción defendida por Godoy de trasladar a sus majestades a Cádiz como preludio si fuera necesario a un traslado a las Indias imitando a la Monarquía Portuguesa.
No esperando que los reyes se pusieran al frente de sus ejércitos y del pueblo para repeler al ocupante parecía la opción más lógica y que ya había sido ensayada por los portugueses con éxito más aún teniendo en cuenta el dominio británico de los mares pero no fue así. ¿porqué motivo? . Según todos los historiadores que se han acercado al estudio de la cuestión el miedo de la sociedad madrileña a perder su particular cuerno de la abundancia fue decisivo.
Así pues en esta época de revisionismo histórico es necesario abrir un nuevo frente, el cortesano-mayrití, para acercanos a la realidad del abortado viaje a las Indias de sus Majestades Católicas y la insurrección popular contra el francés en la capital que no parece haber sido tan patriótica sino mas mundana y es que estimados amigos el bolsillo siempre ha sido una formidable bandera.
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