viernes, 31 de julio de 2015

FCO EIRICE, JORGE URÍA Y LA GRAN ENCICLOPEDIA ASTURIANA





La cultura romana en Asturias – Superficial y Efimera

(Basado en el libro "Historia de Asturias" de Francisco Erice)

Sabemos todos muy bien que aparentemente después de la última guerra
cantabra acaecida en el año 19 a.C.,, dirigida por el general Agripa,
aparentemente Asturias y Cantabria quedaron sometidas a los romanos,
antiguamente, se decía que los Astures se habían extinguido, o bien
se habían convertido como por encanto en romanos, actualmente
cambiaron las hipótesis, basándose en hechos históricos, y hoy
podemos asegurar que la cultura romana en Asturias fue "superficial y
efímera", pero, ¿cuáles son esos hechos históricos?, Francisco Erice,
con licenciatura de historia en la universidad de Oviedo, nos lo
explica:

"Tal vez Lucus Asturum, (actual Llugo de Llanera, cerca de Oviedo),
desempeñara ciertas funciones romanizadoras. Por lo demás, los
enclaves de este tipo contrastan con el mantenimiento de formas de
poblamiento más arcaicas a oriente y occidente, desde los mismos
castros hasta el seminomadismo que caracterizo a un pueblo como el de
los vadinenses, en la zona del río Sella. Y en cualquiera de los
casos, la pobreza de la vida urbana resulta congruente con la
inexistencia de status sociales típicos de la sociedad romana; por
ejemplo, en las inscripciones latinas conservadas no aparece ni un
solo astur transmontano perteneciente al orden senatorial o
municipal, solo uno perteneciente al orden ecuestre, siendo común que
los romano utilizaran a los soldados astures para sus caballerías.
En cuanto al posible papel romanizador del ejército, resulta
verosímil calificarlo de poco relevante. Las tropas asentadas en la
actual región asturiana debieron de ser muy reducidas. Hubo, es
cierto, muchos astures integrados en unidades auxiliares del ejercito
romano, pero se trataba generalmente de augustanos y, con bastante
frecuencia, los veteranos no regresaban a establecerse en su lugar de
origen, con lo que su influencia romanizadora hubo de ser bastante
restringida.
Además de superficial, la penetración de la cultura romana en fue en
Asturias bastante tardía, hasta el punto de que su difusión concluyó
tras la caída del Imperio, en época visigótica o arrastrada por la
difusión del cristianismo. Asturias aparecía nuevamente como una zona
geográfica e históricamente aislada, refractaria a la incorporación a
corrientes culturales dominantes en otros lugares de la Península.
Resulta significativo que el impulso romanizador fundamental, una vez
clausuradas las minas y teniendo en cuenta el débil desarrollo
urbano, lo desempeñaran las villae agrícolas, estas, en efecto, nos
proporcionan la mayor parte del material arqueológico romano hallado
en Asturias.
Conocemos el área de extensión de las "villas" no solo por los
vestigios materiales, sino también por la toponimia; concretamente
los sufijos -ana (Cornellana, Cabruñana, etc.) corresponden a
lugares donde existieron este tipo de establecimientos agrícolas. En
general se encuentran en zonas fértiles y bien comunicadas, en torno
a la vía Legio VII-Lucus Asturum, prolongada hasta Gigia, en los
valles de algunos ríos como el Nalón o en las proximidades de la
costa (Gijón, Villaviciosa); siempre en la zona central de la región,
en el área de asentamiento de los astures. Hasta el presente, sólo
unas pocas han sido estudiadas, destacando las de Memorama (Lena) y
las Murias de Beloño (en Cenero, Gijón).
Las "villas" desempeñaban una doble función, residencial y agrícola.
El uso residencial por parte de familias acomodadas viene demostrado
por el descubrimiento de estancias con pavimentos o rica
ornamentación, o de termas como las de Beloño (las de Campo de
Valdés, en Gijón, es indiscutible que pertenecieran a una villa).
Otras dependencias se relacionan con las labores agrícolas. Por lo
demás, no podemos precisar la identidad de los possessores –romanos o
indígenas romanizados- o de los trabajadores –seguramente colonos o
mano de obra semilibre -, ni siquiera qué tipo de labores agrícolas o
ganaderas se desarrollaban en ellas. A diferencia de lo que ocurría
en otras zonas de Hispania, las villae no eran en Asturias el centro
de extensos latifundios, sino seguramente la base de pequeñas
explotaciones familiares más acomodadas o propiedades de mediana
entidad. Muchas datan de los primeros siglos de dominación roana,
pero su culminación coincide con el proceso ruralizador del Bajo
Imperio y algunas permanecieron habitadas incluso hasta la época
visigótica. La continuidad del hábitat, al igual que ocurre con
algunos castros, testimonia el encabalgamiento de formas culturales
diversas por encima de los cambios políticos.

En síntesis, si atendemos a la importancia de minas, villae y núcleos
de asentamiento urbano y al influjo que ejercieron sobre su entorno,
observamos que la dialéctica entre las estructuras romanas e
indígenas fue compleja, tensa y prolongada, pero en ella las formas
culturales de los pueblos sometidos, ciertamente debilitadas y
adulteradas con el contacto, conservaron sin embargo una notable
pujanza. Un indicador importante, a este respecto, es el
mantenimiento de los rasgos gentilicios indígenas, opuestos al
esquema familiar y los criterios de territorialización aportados por
los romanos. Las inscripciones funerarias o votivas conservadas de
estos pueblos –en particular los menos romanizados- reflejan con
mucha frecuencia la adscripción gentilicia de los dedicantes o la
filiación a través del avunculus o tío materno (adscripción
matrilineal, pero a través de un personaje masculino). Estos
elementos se amalgaman con otros estrictamente romanos y se vierten
en un molde lingüístico latino, en una curiosa mezcla que muestra a
la vez el alcance y los límites del influjo romanizador. Es
corriente, por ejemplo, encontrar nombres indígenas expresados con el
sistema romano de los tria nomina.
La vitalidad de lo indígena se manifiesta asimismo en las formas
religiosas. Frente a los cultos tributados a dioses romanos, que a
veces aparecen también acompañados de epítetos indígenas (por
ejemplo: Iuppiter Candamius), otras divinidades latinas pueden
identificarse con anteriores cultos indígenas a las aguas (Fortuna
Balnearis) o a los protectores de los caminos (Lares Viales), lo que
contribuye a explicar su arraigo. En Asturias se han localizado
además tres dedicaciones a deidades propiamente indígenas, una de las
cuales se debe a una comunidad astur, los Luggoni Arganticaeni.
El mantenimiento de las creencias autóctonas, el aislamiento, el
ruralismo y el bajo nivel de romanización, retrasaron la expansión
del cristianismo. Mientras entre los augustanos está comprobada la
existencia de comunidades cristianas en el siglo III y de sedes
episcopales en el IV, con la difusión incluso por Galicia y León de
la doctrina herética del priscilianismo, en Asturias no hay
testimonios irrefutables de cristianismo hasta mucho más tarde.
En suma, cuando el poder romano entra en crisis, la romanización de
algunos pueblos norteños seguía siendo precaria. No es aventurado
pensar incluso, en medio de las turbulencias del Bajo Imperio, en un
resurgimiento de los rasgos indígenas. Hoy la tesis de la presencia
de un limes o línea fronteriza contra cántabros, astures y vascones
no parece contar con muchos adeptos. Pero lo que no puede negarse es
que, si no alzados permanentemente en armas, estos pueblos seguían
mostrándose reacios a su asimilación cultural."

Aquí termina lo escrito por Francisco Erice, pero a continuación
añado lo que dice sobre este mismo tema la Gran Enciclopedia
Asturiana, para complementar:


"Sin embargo, dominado el norte, éste nunca llego a romanizarse, como
ocurrió en otras zonas de España. Vicens Vives vuelve a señalar
acertadamente: "La oposición entre campo y la ciudad es una constante
en la dinámica de Hispania. Ello explica que algunas tribus
pastoriles mantuvieron sañudamente una libertad que confundieron más
de una vez con el bandidaje. De hecho algunos pueblos del Norte jamás
ingresaron en el dentado mecanismo político y burocrático establecido
por Roma. Gentes bravías e indómitas, se incrustaron, más que fueron
aceptadas en la comunidad hispánica" y continúa, "el norte cantábrico
y galaico se mantiene arcaico y desconfiado contra cualquier novedad.
Hasta el siglo x allí se mantendrán en reserva las fuerzas de
recuperación del país". La Asturia Trasmontana cayó en el desorden
tras la decadencia del poder romano en la Península, al ocurrir las
invasiones de los suevos, vándalos y alanos, apenas comenzado el
siglo v, y por la ulterior entrada de los godos en la provincia
Tarraconense. Durante más de un siglo y medio vivieron los astures y
cántabros en absoluta libertad, sin temor a sus ejércitos de
represalia. Sánchez-Albornoz, en su obra España, un enigma histórico,
escribe: "Ignoramos la historia de esos pueblos norteños durante esos
largos años. Solo sabemos que padecieron unos la bagaudia o
bandolerismo campesino; que sirvieron otros de teatro de batalla a
los suevos de Galicia y a los godos de Cataluña y que probablemente
se produjeron, en esa oscura época, ciertos desplazamientos, desde
sus viejas sedes, de buena parte de aquellas viejas tribus ... Y es
probable que, también, durante esa larga etapa de libertad y de
anarquía de los pueblos norteños de España, los astures, que con los
vascones ocupaban ahora el primer plano de la escena histórica, se 


extendieron saliendo de sus viejas fronteras del Sella, entraron en
Cantabria y ocuparon la llamada Asturias de Sancta Juliana". El
retroceso a estadiums culturales anteriores se acentuó en el Norte,
donde habían sobrevivido comunidades nada o escasamente romanizadas
que nunca habían aceptado los mecanismos de los conquistadores del
Lacio. "A la caída del Imperio sus moradores habían vivido dos siglos
largos fuera de la comunidad a la par política y cultural de la
España visigoda. No puede sorprender que los diversos pueblos
asentados desde milenios en esa zona norteña conservaran menos
borrosa que los otros pueblos peninsulares, su vieja personalidad".

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