lunes, 18 de junio de 2018

ASÍ HABLÓ ROUCO VARELA


















Avanzó la comitiva  por la carretera serpeante que conduce al Real Sitio; saludaba el príncipe de la Iglesia a la multitud congregada a ambos lados de la carretera que no dejaba de vitorearle. Numerosas banderas de Asturias y de España enarboladas por el pueblo ondeaban al viento.

Una ascensión casi celestial, de emoción intensísima, sonaban las gaitas y tañían los tambores en un raro dia de sol poco habitual en el país y es que hasta en eso el cielo se puso de parte del indomable cardenal.

Llegó al fin entre grandes aclamaciones al Santuario y a un gesto suyo  fue prodigio comprobar como  en un segundo se pasó de semejante algarabía  al más solemne y riguroso silencio.

Descendió del vehículo acompañado de altos dignatarios políticos y militares, recibió entonces en sus manos una corona de laurel y con paso firme avanzó hasta la estatua de Don Pelayo, primer rey de España, depositándola a sus pies.

En ese preciso momento se alzan las voces angelicales del coro de la escolanía de Covadonga "Bendita es la virgen de nuestra montaña que tiene por trono la cuna de España"; suenan las campanas de la regia basílica en todo su esplendor y se elevan al cielo nubes de incienso.

En el monte bélico del  Auseva un estampido ensordecedor de cohetes populares y de morteros del ejército honran al viejo caudillo de la Reconquista Patria que parece saludar complacido,brazo en alto, y aún diríase que quisiera bajar del eterno pedestal de su gloria para fundirse con el pueblo que le agasaja.

A continuación misa en acción de gracias a la protección divina que dispensó a España la Virgen de Covadonga en el año 718 y a su glorioso caudillo pionero de la Cruzada Liberadora.

Gran homilía, de extraordinaria brillantez, como denotan estos pequeños extractos: "Ante las gloriosas cruces de la Invicta Monarquía, primer estandarte de los españoles, arcanos de la fe, la Cruz de la Victoria contra los enemigos de Dios y de la nación adornada por las letras Alfa y Omega  anunciando el principio y el fin de la Reconquista, enarbolada por tu siervo Pelayo, Judas Macabeo del pueblo astur, restaurador del ejército de los godos y defensor de la Fe; la Cruz de los Ángeles de voluntad soberana escuchó el clamor de la doctrina y se mantuvo incólume a la tración del nefando metropolita Elipando" 


No hay comentarios:

Publicar un comentario