LOS INMISORES TEMPESTATUM EN LA HISPANIA TARDOANTIGUA
Juan Antonio Jiménez Sánchez-Universidad de Barcelona
Pequeño resumen
En el caso de la Hispania tardoantigua, la cuestión de los inmissores tempestatum se torna aún más compleja debido a una escasez de fuentes realmente acuciante. Pese a todo, la documentación conservada resulta suficiente para afirmar que también en la península Ibérica se creía en la existencia de los tempestarios.Un hecho que debemos tener siempre presente a la hora de estudiar estetema es que la cristianización de Hispania no fue un fenómeno homogéneo, sino que se produjo más débilmente en la zona del noroeste peninsular y cornisa cantábrica, así como en determinados territorios de la Meseta, lugares donde el proceso de romanización también fue menor 5 5 HILLGARTH, 1980: 6-7 y 11-13. SOTOMAYOR, 1982, vol. 2: 639-683. LORING, 4-5 (Salamanca, 1986-1987): 204. ORLANDIS, 1987: 20. DÍAZ, 1990: 531-539. DÍAZ y TORRES, 2000: 236.
Un buen ejemplo lo tenemos en el Concilio I de Braga, del año 561, donde en uno de sus cánones se anatemizaba a cualquier individuo que creyera que el diablo, por su propia autoridad, provocaba los truenos, los relámpagos, las tempestades y las sequías, como, según afirmaban los obispos reunidos en el sínodo bracarense, sostenía Prisciliano9.
LOS DEFENSORES EN HISPANIA. En tierras hispánicas contamos con dos valiosos testimonios de lo que pudo haber sido la actividad de estos defensores. Se trata de conjuros contra el granizo inscritos sobre pizarras28. Como veremos, la cronología de estas piezas resulta muy tardía, pero sin duda continúan una tradición de carácter mágico que puede remontarse mucho tiempo atrás.
La primera de estas piezas corresponde a una inscripción sobre
pizarra procedente de Carrio (Asturias).
Como se puede observar, no nos hallamos ante una formula ueneficii
―una maldición similar a las de las defixiones, como inicialmente se había
creído37―, sino ante un phylacterium, un amuleto destinado a servir de protección contra la amenaza del granizo. Cabe a Francisco Javier Fernández Nieto el mérito de haber realizado esta apreciación y haber demostrado, mediante una bien documentada serie de paralelismos y loci simili con otros documentos de origen grecolatino, que la pizarra de Carrio es la continuación de una tradición de talismanes contra las inclemencias meteorológicas que arranca en época clásica38.
―una maldición similar a las de las defixiones, como inicialmente se había
creído37―, sino ante un phylacterium, un amuleto destinado a servir de protección contra la amenaza del granizo. Cabe a Francisco Javier Fernández Nieto el mérito de haber realizado esta apreciación y haber demostrado, mediante una bien documentada serie de paralelismos y loci simili con otros documentos de origen grecolatino, que la pizarra de Carrio es la continuación de una tradición de talismanes contra las inclemencias meteorológicas que arranca en época clásica38.
En nuestra opinión, nos hallamos aquí ante el resultado del trabajo de un
individuo no perteneciente al estamento clerical, sino que se trataría de una
especie de mago ―similar al defensor mencionado por Agobardo―, probablemente extraño a la comunidad mencionada en la pizarra ―en lo que coincidimos también con Díaz y Díaz―. Seguramente se ganaría la vida, entre otros menesteres, elaborando conjuros y filacterias para alejar el granizo de los campos de cultivo: el testimonio de Agobardo ―quien habla del pago del canonicus― y la palabra nonia mencionada en la inscripción apuntan en este sentido; el autor del amuleto afirma: «recepi nonia q(uae) necesaria sum»59.
Creemos que estas palabras aludirían al pago dado al mago por fabricar la filacteria y que él juzgaría necesario para el buen funcionamiento del ritual. Igualmente, consideramos que en esta ocasión el autor del conjuro llegó a inscribir su propio nombre en el texto ―algo que, reconocemos, no resulta usual en escritos de este tipo―, tal vez para dar más fuerza todavía a su invocación.
Se trataría del famul(us) D(e)i Cecit+
individuo no perteneciente al estamento clerical, sino que se trataría de una
especie de mago ―similar al defensor mencionado por Agobardo―, probablemente extraño a la comunidad mencionada en la pizarra ―en lo que coincidimos también con Díaz y Díaz―. Seguramente se ganaría la vida, entre otros menesteres, elaborando conjuros y filacterias para alejar el granizo de los campos de cultivo: el testimonio de Agobardo ―quien habla del pago del canonicus― y la palabra nonia mencionada en la inscripción apuntan en este sentido; el autor del amuleto afirma: «recepi nonia q(uae) necesaria sum»59.
Creemos que estas palabras aludirían al pago dado al mago por fabricar la filacteria y que él juzgaría necesario para el buen funcionamiento del ritual. Igualmente, consideramos que en esta ocasión el autor del conjuro llegó a inscribir su propio nombre en el texto ―algo que, reconocemos, no resulta usual en escritos de este tipo―, tal vez para dar más fuerza todavía a su invocación.
Se trataría del famul(us) D(e)i Cecit+
El segundo testimonio de lo que pudo haber sido la actividad en territorio
hispánico de los magos que luchaban contra el granizo proviene de Fuente
Encalada (Zamora) y se trata, nuevamente, de una inscripción sobre pizarra6 Realizamos aquí las mismas observaciones que en el ejemplo de Carrio: el autor no tenía por qué ser necesariamente un clérigo, dado que no todo el mundo que sabía leer y escribir en aquella época había de pertenecer por fuerza al clero. En este caso, nada hay en la inscripción que denote que su autor poseyera un nivel cultural alto. En consecuencia, consideramos que también aquí nos hallamos frente a la obra de un defensor como los ya antes mencionados.
hispánico de los magos que luchaban contra el granizo proviene de Fuente
Encalada (Zamora) y se trata, nuevamente, de una inscripción sobre pizarra6 Realizamos aquí las mismas observaciones que en el ejemplo de Carrio: el autor no tenía por qué ser necesariamente un clérigo, dado que no todo el mundo que sabía leer y escribir en aquella época había de pertenecer por fuerza al clero. En este caso, nada hay en la inscripción que denote que su autor poseyera un nivel cultural alto. En consecuencia, consideramos que también aquí nos hallamos frente a la obra de un defensor como los ya antes mencionados.
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