Entonces el Caudillo ordenó a los orfebres ovetenses: "Quiero reconstruir la Cruz de la Victoria y Vds deberán hacerlo ¡YA!.
No había dinero, no había piedras preciosas, no existía la técnica adecuada; en realidad no había nada de nada en aquellos tiempos de miseria salvo el poderoso ingenio español.
Sabedores de que el Caudillo no se andaba con historias, de que el tiempo apremiaba y corria en su contra, entonces los joyeros ovetenses decidieron recurrir a la bebida patria y el Generalísimo pudo portar en solemne procesión el estandarte de los viejos reyes-caudillos de los que se consideraba heredero.
La ceremonia
En el momento preciso, Franco, con lentitud majestuosa, llegó hasta la santa reliquia, que esperaba, y la tomó entre sus manos. Eran exactamente las seis y treinta y cinco minutos de la tarde del 5 de septiembre. Y con la preciada carga, con la misma Cruz de la Victoria que Pelayo empuñara… el Generalísimo, con paso solemne, seguro y rostro velado por una emoción que yo no acierto a describiros —emoción de siglos, gravitando sobre las manos vencedoras de la mejor batalla—, penetró en la Catedral… Paso a paso, con la Cruz preciada y preciosa —victoria, siglos, fe y gloria, cuajados en plata y piedras—, Franco iba camino del altar mayor. En sus manos iba la victoria misma aprisionada, en las manos que otra victoria hicieron. Yo quisiera recortar con ensueño esta estampa de la Cruz, el Caudillo y la Catedral. Cruz de la Victoria en manos del vencedor bajo una Catedral —la Patria— deshecha por odios y que ahora se edifica con piedras y amores. Como a España en su victoria.
Acabada la Guerra Civil, el franquismo pensó que no habría acto más simbólico del nuevo orden que la entrada de Franco en la catedral de Oviedo —y en la reconstruida Cámara Santa— bajo palio y sosteniendo la Cruz de la Victoria. La lógica histórica era la siguiente: si Don Pelayo había echado a los moros de Asturias para unificar España, Francisco Franco había hecho lo propio al liquidar a los rojos. La fecha para la escenificación de esta nueva Reconquista de España: 5, 6 y 7 de septiembre de 1942, catedral de Oviedo, tres días de fastos.
“La figura de Franco se identificó con la de un caudillo medieval en lucha contra un enemigo irreconciliable. El fin de la Guerra Civil fue interpretado como la victoria de una cruzada. Y las cruzadas las lideraban los caudillos elegidos por la gracia de Dios. La ceremonia en la catedral de Oviedo sirvió para escenificar la (nueva) Reconquista. No se dejó nada al azar: detrás del acto había unas élites culturales profundamente conocedoras del pasado medieval español. Franco entró en la catedral como un caudillo guerrero con la Cruz de la Victoria. Fue un acto de altísimo contenido simbólico porque reprodujo minuciosamente una antigua ceremonia medieval descrita en el libro de los rituales de la iglesia visigoda de Toledo, el ‘Liber Ordinum’, que describe el tipo de ritual para el regreso de un rey victorioso que entra en la iglesia portando la cruz”
La figura de Franco se identificó con la de un caudillo medieval. La ceremonia en la catedral de Oviedo sirvió para escenificar la Reconquista
Conozca en EL CONFIDENCIAL "de como la Cruz de la Victoria se rehizo con botellas de sidra"
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