Manuel Pastor Martínez
ASTÚRICA Y LOS ORÍGENES DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS dedicado a Stanley G. Payne con motivo de su visita a Astorga el 3 de febrero de 2018
Fuente la Crítica, el Periódico Independiente
En el presente 2018 podemos decir que, historiográficamente documentados, 1.300 años separan a Doña Leonor, nuestra actual Princesa de Asturias, de la fundación del Principado por Don Pelayo.
Precisamente en el año 718, según Claudio Sánchez-Albornoz, “Pelayo excitaría a la sublevación a las gentes del país, a los astures que poblaban las estribaciones occidentales de los Picos de Europa. Les reprocharía su ignominiosa sumisión y les movería a la venganza y a la lucha. Entre aquellos bravos montañeses mal romanizados y peor sometidos a los godos tuvo eco el llamamiento del rebelde; se alzaron en armas y se unieron a Pelayo. Los convocó éste a una asamblea general; en ella le reconocieron como caudillo y el antiguo espatario de Rodrigo, por azares de fortuna, quedó así convertido en jefe de un levantamiento popular. Ocurrían estos sucesos el año 718.” (Orígenes de la Nación Española. El Reino de Asturias, Sarpe, Madrid, 1985, página 102; selección de la obra, originalmente publicada por el Instituto de Estudios Asturianos, Oviedo, 1972).
En concordancia, el medievalista José Ángel García de Cortázar escribirá: “Los análisis de los oscuros sucesos que, antes de mediados del siglo VIII, vivió la zona asturiana no ha desvelado este importante aspecto; se han conformado con señalar que en el año 718, aprovechando una reunión tribal, Pelayo fue capaz de establecer un acuerdo entre su grupo y los astures que sirvió para orientar la hostilidad de los montañeses contra los musulmanes, evitando lo hiciera contra sus enemigos de la víspera, los propios visigodos allí refugiados hasta ahora. Es posible que la pequeña escaramuza de Covadonga, cuatro años más tarde, hábilmente explotada por el grupo de Pelayo, sirviera para cimentar el prestigio del caudillo entre los astures…” (La Época Medieval. Historia de España Alfaguara, vol. II, Alianza Editorial-Alfaguara, Madrid, 1973, página 129).
Parece que Don Pelayo, noble o alto funcionario de la monarquía visigoda, refugiado primero en Astúrica y posteriormente desplazado a los Picos de Europa, actuó como caudillo, jefe militar o “príncipe” de un grupo de sus seguidores visigodos y de los astures en rebelión anti-musulmana, fundando un Principado que con el tiempo sería el Reino de Asturias.
En el volumen definitivo que sobre el Reino astur-leonés publicará Sánchez-Albornoz, las referencias a Astúrica/Astorga ocupan más de medio centenar de páginas (C. Sánchez-Albornoz, La España cristiana de los siglos VIII al XI. Vol. I: El Reino Astur-Leonés, Historia de España de Ramón Menéndez Pidal, tomo VII, Espasa-Calpe, Madrid, 1980). En dichas referencias –y en las asimismo múltiples de su otra obra antes citada, Orígenes de la Nación Española. El Reino de Asturias- el ilustre medievalista establece definitivamente la importancia de la antigua Astúrica/Astorga en el proceso de repoblación que se inicia desde Asturias con el gradual avance de la Reconquista, y concretamente la repoblación del solar asturicense, bajo el liderazgo del conde Gatón, hermano del asturiano rey Ordoño I.
Pero más de un siglo antes los “oscuros sucesos” de 718 y el papel de los astures, cismontanos (también conocidos como “augustanos”, por Astúrica Augusta) y transmontanos, con sus presuntos líderes radicados en la reconocida “capital” Astúrica, siguen siendo un misterio historiográfico, así como las relaciones de la comunidad de los astures con Pelayo y su “grupo” de visigodos refugiados en tales latitudes de la Hispania septentrional.
Nuestro maestro el gran historiador e hispanista Stanley G. Payne ha repasado y resumido las diferentes hipótesis en las investigaciones recientes sobre los orígenes del Principado de Asturias, a partir de los estudios de A. Barbero y M. Vigil (1978): A. Besga Marroquín (1983, 2000), L. R. Menéndez Bueyes (2001), J. I. Ruiz de la Peña Solar (2001), etc. El profesor emérito de la Universidad de Wisconsin constata: “Desde la publicación del libro de estos autores (Barbero y Vigil), el norte de España ha sido objeto de la más pormenorizada búsqueda arqueológica nunca registrada en la región. A partir del primer gran proyecto de investigación iniciado en Asturias en 1980 se inauguró una nueva edad de oro de la arqueología…” Según él, dará lugar a unas interpretaciones revisionistas que subrayan la complejidad de la estructura social del territorio histórico de los astures, y concluye: “Antes del siglo IX no tenemos pruebas de la existencia de lo que Sánchez-Albornoz llamó ideología del neogoticismo - tan fundamental para la posterior doctrina española y finalmente para el Gran Relato- y ningún historiador mantendría que Asturias hubiera sido continuadora directa del antiguo orden visigodo. El reino asturiano fue una creación totalmente nueva y el preciso equilibrio étnico existente entre sus fundadores es algo que nunca podrá determinarse con exactitud.” (Stanley G. Payne, España. Una historia única, Temas de Hoy, Madrid, 2008, páginas 83-86).
Menos conocido que las obras mencionadas es el artículo de divulgación debido al prestigioso catedrático medievalista de la Universidad Complutense de Madrid, Miguel Ángel Ladero Quesada, “¿Qué es España? Imágenes medievales en torno al concepto de España”, donde afirmaba: “Lo que los historiadores venimos llamando neogoticismo asturleonés fue un hecho de primera importancia y de larguísima duración en la configuración de ideas e imágenes sobre España (…) Investigaciones recientes indican que posiblemente Pelayo fue un visigodo enraizado en el ducado Asturiense, cuya capital era Astorga, y que, tras una inicial capitulación habría encabezado la rebeldía que tuvo en Covadonga su primer episodio, tan magnificado y deformado por las crónicas posteriores.” (Historia 16, Nº 215, Madrid, 1994, página 40).
Como “investigaciones recientes” supongo que el profesor Ladero Quesada se refería al artículo de J. Montenegro y A. del Castillo, “Don Pelayo y los orígenes de la Reconquista” (Hispania, 180, 1992). Por otra parte José Luis Olaizola ha escrito una interesante y bien documentada novela histórica y biográfica sobre el caudillo de los astures en la que llega a esta plausible conclusión: “Los primeros aliados que colaboraron con él en la Reconquista no son los señores visigodos sino los rústicos campesinos astures (…) Don Pelayo nunca llegó a ser rey, sino que le pareció más oportuno seguir en su condición de príncipe, pero fue el fundador de una dinastía, la conocida como monarquía asturiana.” (J. L. Olaizola, Don Pelayo, Temas de Hoy, Madrid, 2006, páginas 233-234).
El nombre de Astúrica obviamente se debe a los astures, etnia cuyo nombre según hipótesis de algunos arqueólogos se relaciona con un mítico río Astura (¿Esla, Órbigo, Tuerto, o Turienzo?). Por tanto el nombre de Astúrica, capital de los astures según los romanos (asimismo capital del ducado Asturiense según los visigodos, como indica Ladero Quesada), histórica y etimológicamente precede al nombre y al reino de Asturias.
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