sábado, 11 de junio de 2011

ALEVOSA VENGANZA






















http://www.lne.es/sociedad-cultura/2011/06/11/cultura-sanciona-tres-meses-empleo-sueldo-arqueologo-angel-villa/1087845.html


fuente LNE 11-6-11


Oviedo, M. S. M.

De nada sirvieron los cientos de apoyos de profesores, arqueólogos, investigadores e incluso de un ex presidentes del Principado, ni la moción aprobada en el parlamento asturiano instando al Gobierno al archivo del expediente disciplinario abierto. Al final, Ángel Villa, arqueólogo de la Consejería de Cultura, acaba de ser sancionado con la suspensión de tres meses de empleo y sueldo por lo que desde la Consejería de Cultura se entiende como la comisión de «una falta muy grave».

Los hechos que dieron lugar a la sanción están relacionados con el hallazgo de un zulo con materiales arqueológicos en el bunker del Museo de la Campa Torres de Gijón.

Hasta dicho centro se desplazó Ángel Villa, comisionado por el Museo Arqueológico, para establecer qué piezas de dicho yacimiento formarían parte de la colección del nuevo Museo Arqueológico. Durante el proceso de reunión del material, y tras mover una estantería que tapaba una puerta cuya existencia se desconocía, se encontró un almacén subterráneo con cientos de cajas repletas de materiales arqueológicos, procedentes de las excavaciones realizadas en el castro de la Campa Torres bajo la dirección de José Luis Maya (fallecido) y Francisco Cuesta, actual director del Museo de Grandas de Salime.

El hallazgo de las piezas, cuya existencia se desconocía hasta entonces, en condiciones inadecuadas y «deslocalizadas» fue calificado por algunos expertos como «uno de los capítulos más lamentables de la arqueología asturiana». Varios meses después de que Ángel Villa pusiera en conocimiento del Ayuntamiento de Gijón y de la dirección del Museo Arqueológico de Asturias la situación de esos bienes patrimoniales, procedentes de las excavaciones de Maya y Cuesta, la Consejería de Cultura incoa un expediente sancionador contra Villa al que acusa de no haber comunicado el hallazgo en tiempo y forma a su jefa de servicio, que se entera días después a través de un documento procedente del Ayuntamiento de Gijón.

Según el expediente abierto al arqueólogo, es obligación de los técnicos poner en conocimiento de sus superiores cualquier incidencia o actuación que facilite el control o supervisión de los asuntos del servicio y, por tanto, se castiga la realización de informes sin el visto bueno del superior jerárquico. A Ángel Villa le atribuyen haber causado «un grave perjuicio al servicio del que depende, dado que con su actuación no ha permitido que quien ostenta la jefatura active los mecanismos legales de protección».

En su momento Villa alegó que en ese momento los materiales no corrían más riesgo de sufrir deterioro que el que supuso su olvido durante diez años y que lo que realmente se necesitaba era conocer el contenido de las cajas y realizar su inventario, como así se dispuso desde el Ayuntamiento de Gijón.


A CONTINUACIÓN INTERVENCIÓN DE DON JORGE CAMINO MAYOR prestigioso arqueólogo alzado también contra el GULAG.

Fuente LNE

"DIES IRAE" castigo político al arqueólogo Ángel Villa Valdés

JORGE CAMINO MAYOR ARQUEÓLOGO DEL MUSEO ARQUEOLÓGICO DE ASTURIAS Finalmente se acabaron cumpliendo las peores expectativas y la consejera de Cultura, Mercedes Álvarez, ha resuelto sancionar al arqueólogo Ángel Villa Valdés con una suspensión de empleo y sueldo por un período de tres meses. El daño real de la decisión de la Consejera no se limita a ese castigo, del que quedará constancia en su expediente laboral, sino que han de tenerse en cuenta el sufrimiento personal y el coste económico acarreados por el largo procedimiento que hubo de afrontar y que continuarán con los consiguientes recursos jurídicos, incluidas las acciones judiciales que pudieran derivarse contra los funcionarios que con su arbitrariedad hayan podido caer en prevaricación. No hay que olvidar que el arqueólogo lleva un año de baja en tratamiento médico desde que los políticos de la Consejería iniciaron una incomprensible persecución laboral que desembocó en la privación, también extensiva a todo el equipo investigador, del estudio de los castros de la cuenca del Navia, en los que desarrolló un brillante y extenuante trabajo durante los últimos 15 años.

No hay duda alguna que nos encontramos ante una de las más injustas y arbitrarias decisiones adoptadas por la Consejería de Cultura desde la existencia del Gobierno autonómico. Bajo un punto de vista jurídico deben subrayarse, en primer lugar, la inexistencia de una causa real inculpatoria y, en segundo lugar, la acumulación de parcialidades administrativas de la parte instructora que impidieron la incorporación de las pruebas alegadas por la defensa y que convierten el procedimiento en un acto carente de las más elementales garantías legales, tal como corresponderá demostrar ante instancias judiciales.

Un sintético resumen de los hechos pone de manifiesto la absurdidad de todo este acontecimiento. Como es bien sabido, Ángel Villa, experto asesor del proyecto del Museo Arqueológico, fue quien requirió ante instancias del Ayuntamiento de Gijón la búsqueda de la colección arqueológica de la Campa Torres, cuyo paradero era desconocido, iniciativa que culminó con el descubrimiento en instalaciones municipales de un escondrijo subterráneo formado por más de 300 cajas en un penoso estado de conservación. A pesar de corresponder al Ayuntamiento de Gijón el procedimiento administrativo subsiguiente, la Consejería de Cultura abrió expediente disciplinario contra Ángel Villa Valdés por no comunicar el hecho a su superiora inmediata, reprobando por contra que lo hubiera hecho al Museo Arqueológico de Asturias, cuya directora fue por lo mismo expedientada y, por último, cesada. Se da la «casualidad» de que aquella «superiora inmediata», que fue parte de cargo en dichos expedientes disciplinarios, sería nombrada a continuación directora del Museo. Además, contraviniendo una resolución de la Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Asturias que señaló al director de las excavaciones, Francisco Cuesta, como responsable de la ocultación que constituye un delito contra la ley de Patrimonio Cultural de Asturias, la Consejería de Cultura no inició acción alguna contra él amparándose en un informe exculpatorio realizado por un arqueólogo que, también «casualmente», acaba de ser designado «a dedo» alto cargo del citado Museo.

De nada han servido las innumerables declaraciones públicas de arqueólogos de toda España e inclusive del extranjero, hasta donde alcanzaron los ecos de esta infausta situación, entre ellas la de los miembros del Comité de Asesoramiento Científico para la renovación del Museo Arqueológico, constituido por la propia Consejería de Cultura, que explica cómo la actuación de Ángel Villa se desarrolló en el seno de dicho Comité y con pleno conocimiento de éste, lo que es motivo necesario de su exculpación. Tampoco sirvieron de nada las no menos significativas acciones sociales y políticas, entre las que debemos recordar el pronunciamiento de todos los partidos en la Junta General del Principado, excepto del PSOE, en contra de dicho expediente.

Es tan contradictoria la posición de la Consejería que nadie hasta ahora ha sabido entender su relación con los sucesos, y ningún político ha querido y podido explicarla. Baste decir que hasta la tipificación de las pretendidas infracciones que se le imputan a Ángel Villa han sido modificadas en el curso del procedimiento por la instructora del expediente, quedando ahora materializadas bajo la formulación de una «mala voluntad contractual», abstracto y ambiguo concepto en el que puede tener cabida cualquier cosa y cuyo único sentido es el de permitir a la parte instructora que motive lo que le venga en gana. Todavía supone más extrañeza la vehemencia aplicada por la Administración en este asunto frente a la conocida ligereza con que ha tratado las materias que constituyen el objeto de sus competencias. Por si fuera poco, esta grave decisión es adoptada en los últimos estertores de un Gobierno en funciones al que los ciudadanos han retirado su confianza, entre otras principales razones por su aciaga gestión cultural y por las acciones agresivas ejercidas contra destacadas instituciones y personas vinculadas a la cultura asturiana.

De todo ello se pudiera pensar que nos encontramos ante una medida política estrictamente punitiva dirigida a castigar a una persona de probada objetividad profesional y de reconocido prestigio nacional en el campo arqueológico, pero consiguientemente incómoda para unos políticos que hacen del servilismo y del clientelismo personal (una mala reinvención de la devotio ibérica) su modelo de comportamiento. Una medida, que para mayor abundamiento de la torpeza que la inspira, es adoptada como una coz en los últimos días de un gobierno desautorizado y acosado por la Justicia ante gravísimos casos de corrupción y flagrantes irregularidades administrativas constantemente revocadas en los tribunales. Una decisión completamente inútil para lo sustancial, esto es: la determinación de la responsabilidad del zulo de la Campa Torres y la evaluación y subsanación de los daños ocasionados sobre un tesoro patrimonial sobre el que, transcurrido más de un año desde su aparición, nada más se ha vuelto a hacer.

Sin embargo, creo que esta resolución no obedece solo a un mero ejercicio de maldad: mediante ella se pretende eliminar al mejor candidato para ocupar uno de los puestos del Museo Arqueológico de Asturias que la Consejería de Cultura ha creado y así consolidar el reciente nombramiento de dos altos cargos que se han distinguido por sospechosas actuaciones administrativas que deberán ser esclarecidas en el futuro. Una operación, en definitiva, como la realizada en el Museo de Grandas de Salime que condujo a la destitución de Pepe el Ferreiro y al nombramiento, en su lugar, de un mero acólito del Partido Socialista.

En suma, nos encontramos ante un castigo despótico ejercido con prepotencia y autoritarismo por unos cargos políticos que representaron a una soberanía popular que se tilda a si misma de izquierdas. De lo que no albergo duda alguna es de que, si viviéramos en otros tiempos, al igual que Miguel Servet, Savonarola y tantos más, Ángel Villa ardería esta noche en la hoguera.



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