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La comunidad judía de Barcelona fue un centro de referencia para
los judíos de toda la Europa medieval.
Son especialmente célebres las responsa de Salomó ben Adret:
miles de respuestas o comentarios a cuestiones planteadas a este rabino
barcelonés por judíos de toda Europa y del norte de África.
También fue en Barcelona, juntamente con Girona, donde se desarrolló
la afamada escuela cabalística catalana, que después de
la expulsión siguió viva en los lugares a los que emigraron
los judíos catalanes, donde eran conocidos como la scola catalana.
Por cábala se entiende la interpretación esotérica
de la ley judía, la Torá, que nació en el Languedoc
en el siglo XII y se extendió por Cataluña durante el XIII
con el círculo de Girona al frente, de la mano de Mossé
ben Nahmán (Nahmánides).
Recientemente el historiador Jaume Riera i Sans ha podido documentar el
emplazamiento de la antigua sinagoga mayor de la judería de Barcelona
en la confluencia de las calles Sant Domènec del Call y Marlet.
Parece que el emplazamiento de la sinagoga está claro, aunque no
los restos arqueológicos que se han podido conservar.
La sinagoga es el lugar de reunión, de oración y también
de estudio y formación por excelencia del judaísmo histórico.
El 5 de agosto de 1391, la sinagoga, así como el resto de edificios
del barrio fueron asaltados. Fue un golpe que la comunidad judía
barcelonesa, como el resto de los judíos de la Corona de Aragón,
no pudo superar. Se liquidó la aljama, la mayoría se convirtieron
al cristianismo, sus propiedades comunales fueron expoliadas por el rey
y las privadas fueron malvendidas. La torre del portal de acceso a la
judería fue derribada y parte del barrio cuarteado.
BAJO
EL PATI DELS TARONGERS
Poco después de la destrucción de la judería de Barcelona
(a la que la documentación de la época se refiere), se inicia
la ampliación del Palau de la Generalitat sobre les casas derruidas
del Call. Cuando a principios del siglo XX se llevaron a cabo excavaciones
arqueológicas en el palacio, aparecieron sus restos bajo el Pati
dels Tarongers. Las calles de la judería, como ha pasado en todas
las épocas de la historia, fueron rebautizadas con nombres más
adecuados al momento: la calle principal, la de la Sinagoga, fue rebautizada
con la festividad del santo en que se produjo el asalto y desaparición
de la judería, santo Domingo, el trágico 5 de agosto, y
se colocó su imagen sobre la puerta de acceso a la extinta sinagoga
(la hornacina con el santo todavía se conserva, pese a que su ubicación
y la imagen probablemente hayan cambiado). También se rebautizó
la calle de la Font, donde, como su nombre indica, se localizaba la fuente
pública de los judíos, que tenían prohibido tomar
agua de la fuente de la plaza Sant Jaume, reservada sólo para los
cristianos a partir de 1356 aproximadamente; se sabe que a los judíos
que iban a buscar agua a la de Sant Jaume les apedreaban y les rompían
los cántaros. Esta calle primero se rebautizó con el nombre
de calle de la Font de Sant Honorat (cuya imagen debía de estar
sobre la fuente, como había pasado en la sinagoga con la de santo
Domingo) y después el recuerdo de la fuente se ha perdido para
denominarse, como en la actualidad, calle Sant Honorat. Vendidas sus propiedades,
y confiscadas otras por la Corona, la ciudad cristiana ocupó muy
pronto todo el barrio.
Y los diputados del General pudieron ampliar su sede: el actual Palau
de la Generalitat.
Los judíos catalanes medievales hablaban catalán y hebreo
en su vida diaria, un hecho especialmente singular en Europa, donde las
comunidades judías asumían exclusivamente la lengua dominante
de referencia. Los judíos barceloneses se llamaban Abraham, David,
Isaac, Samuel, Salomó, Astruc, Jucef, Bonjudà, Bonsenyor,
Bonhom, Bondia, Bendit, Benvenist, Caravita, Perfet, Baruc, Bellshom,
Jaffia, Maimó, Vidal, Duran, y las mujeres Regina, Preciosa, Rica,
Bonadona, Bonafilla, Dolça, Clara, Goig, Estel·lina, Astruga,
Ester o Sara, entre otros. Hoy su recuerdo se ha extinguido completamente
de la patronimia, pese a que muchas personas buscan infructuosamente rastros
de un posible pasado judío en sus nombres familiares.
En 1492 se fueron todos los judíos que no quisieron convertirse
al cristianismo. Su marcha fue recogida de la siguiente manera en el Dietario
de la Diputación del General: "1492. Agost. Dijous a [día]
II. Jueus. Entraren e surgiren en la plaia de Barchinona una gran nau
de Rodes [...] e una galeassa grossa de França e VIII entre nauetes
e galeons, totes carreguades de juheus que exien de Aragó, de València
e de Cathalunya e eren·se enbarchats part en Tortosa e part en
Tarragona, exints de dites terres per manament de la maiestat del senyor
rey. Restaren·ne en Barchinona circa de XX qui·s faheren
christians; los altres ab dites fustes se·n anaren la via de Levant
e entre tots eren passats deu mil juheus entre homens, dones e enfants."
Un éxodo que el pueblo judío ha sufrido, dramáticamente,
a lo largo de la historia.
CUATROCIENTOS
AÑOS DESPUÉS
Más de cuatrocientos años después de que los barcos
zarpasen del puerto de Barcelona, cargados de "dones e enfants"
hacia otros puntos del Mediterráneo, miles de judíos europeos
llegaron por mar y tierra a la misma ciudad, ahora huyendo de la barbarie
nazi de los campos de concentración y exterminio.
Durante la década de 1930 llegaron miles de judíos a Barcelona
procedentes de toda Europa y de Turquía. Muchos de ellos establecieron
negocios en la ciudad, como por ejemplo la familia alemana que abrió
los almacenes Sepu de La Rambla, aunque muchos otros se dedicaron a la
venta ambulante o a trabajar en oficios manuales. Otros, como Isaac Revah,
procedente de Salónica, se establecieron en la Via Laietana, donde
abrieron despachos comerciales que se mantuvieron hasta el final de la
guerra.
Se estima que antes del estallido de la guerra civil, y durante la misma,
llegaron más de 7.000 judíos, tanto refugiados como miembros
de las Brigadas Internacionales que luchaban al lado de los republicanos.
Algunos de ellos habían llegado para participar en las Olimpíadas
Populares de verano de 1936, como los miembros de la asociación
deportiva de trabajadores sionistas Hapoel, de Palestina, que después
del 18 de julio se fueron al frente. Incluso se constituyó una
brigada formada exclusivamente por combatientes judíos, con el
nombre de compañía Naftalí Botwin (del Batallón
Palafox de la Brigada Dombrowski), creada en diciembre de 1937 con el
lema "Por vuestra libertad y la nuestra", y que publicó
un periódico en yiddish, Combatientes de la Libertad.
El fin de la guerra civil española, y sobre todo de la guerra mundial,
inauguró un nuevo período de cierta estabilidad, a pesar
de las dificultades que significaba ser judío bajo el franquismo,
obsesionado en la lucha contra la conspiración judeomasónica.
El puerto de Barcelona se convirtió en septiembre de 1945 nuevamente
en escenario del embarco de centenares de judíos, ahora rumbo a
Palestina. Con todo, los refugiados judíos que se establecieron
en Barcelona pudieron ejercer, progresivamente, su confesión religiosa
hasta que el régimen, en un nuevo contexto internacional, permitió
la construcción del primer edificio destinado a sinagoga y centro
comunitario después de la expulsión del siglo XV. En 1956
se colocaba la primera piedra de la actual sinagoga de la calle Avenir.
No obstante, hasta los años sesenta fue habitual en Cataluña
representar la matanza de los judíos durante la celebración
de la Semana Santa; unas matanzas rituales, que después de las
matanzas tan reales de los nazis no fueron suprimidas por el Vaticano
hasta 1965. La investigadora de la Universidad de Perpiñán
Martine Berthelot, gracias a un programa auspiciado por la Fundación
Baruch Spinoza, ha recogido recientemente los testimonios de los judíos
de la Barcelona de mediados del siglo XX en el libro Memorias judías:
Barcelona, 1914-1956 (Editorial Riopiedras, 2001).
Hoy
los judíos de Barcelona, tal y como ha explicado magistralmente
Jaime Vándor -profesor de la Universidad de Barcelona, nacido en
Viena en 1933 y residente en la ciudad desde 1947, que ha dedicado parte
de su vida al estudio del judaísmo moderno y contemporáneo-
son el resultado de las diferentes oleadas migratorias, desde los descendientes
de los que llegaron durante el período de entreguerras, tanto sefardíes
del Mediterráneo oriental como asquenazíes de la Europa
central y oriental, hasta los llegados a la ciudad supervivientes de los
campos nazis. En las últimas décadas la llegada de judíos
sudamericanos, y también israelíes, ha diversificado notablemente
la pluralidad de la comunidad judía. Desde hace unos años
la Comunidad Israelita de Barcelona, hoy integrada sobre todo por judíos
sefardíes, convive con otra comunidad, de carácter más
abierto y progresista e integrada mayoritariamente por asquenazíes,
la Comunidad Judía ATID de Cataluña.
Durante mucho tiempo, Barcelona ha vivido de espaldas a su pasado judío.
Ahora parece que el distrito de Ciutat Vella (cuya concejala también
lo es de Relaciones Institucionales y Culturales del Ayuntamiento, no
lo olvidemos) ha apostado por la recuperación institucional de
la memoria judía de Barcelona como un paso más en la recuperación
de la memoria histórica y para contribuir, así, a reconocer
desde la institución municipal la importancia de aquel colectivo,
hoy restablecido en la ciudad, y asumir la pluralidad de nuestra sociedad
con la participación de una de las comunidades que más han
contribuido al progreso intelectual de la civilización occidental;
resultaría fútil intentar enumerar las aportaciones de la
cultura judía, entendida en un sentido amplio, a la cultura europea.
En nuestros días, la presencia judía en Barcelona contribuye
a hacer realidad la ciudad de la diferencia, y enriquece de manera indiscutible
la sociedad occidental, de la que ha sido uno de los motores en los ámbitos
económico, social, cultural e incluso ideológico. La cultura
judía sabe muy bien lo que significa la intransigencia religiosa
y los deseos de homogeneización del poder dominante en cualquiera
de sus formas, incluido, dramáticamente, el actual gobierno israelí,
que no hace honor a la mejor de las tradiciones históricas del
pueblo judío.
RESTOS
CONSERVADOS
No es difícil encontrar, por las calles de la antigua judería
de Barcelona, a turistas equipados con sus guías, buscando testimonios
materiales de la presencia de los judíos en la ciudad. No se encuentran,
prácticamente no queda nada, o al menos eso es lo que se creía
hasta ahora. Los límites de la judería medieval están
bastante claros: el barrio judío estaba delimitado por las actuales
calles Call -que era la entrada principal en su confluencia con la plaza
Sant Jaume-, Banys Nous -cuando todavía se erigía en ella
la muralla romana que hoy ha quedado oculta bajo los edificios impares
de la calle y que es visible en algunos tramos-, la Baixada de Santa Eulàlia,
la calle Sant Sever y, por último, la actual calle Sant Honorat,
que antes de la construcción del Palau de la Generalitat llegaba
prácticamente hasta la calle Bisbe.
A partir de un manuscrito del año 1400 localizado por la profesora
Teresa Vinyoles en el archivo de la Catedral de Barcelona, el Llibre de
censos o morabatins de Jaume Colom, el historiador y archivero Jaume Riera
i Sans ha podido efectuar la reconstrucción virtual de la antigua
judería con la localización de sus principales edificios,
especialmente el de la sinagoga mayor. (El artículo de Riera i
Sans se publicó en invierno de 1997 en el Butlletí del Colegio
Oficial de Licenciados en Filosofía y Letras. Aparentemente no
ha tenido demasiada difusión porque el debate que ha suscitado
la propuesta de localización del emplazamiento de la sinagoga mayor
ha sido un debate fundamentalmente sobre personas, no sobre ideas). Una
vez destruida la judería en 1391, y convertidos al cristianismo
la mayoría de sus habitantes, estos tuvieron que continuar pagando
unas contribuciones voluntarias que habían contraído años
antes como rentas anuales con fines piadosos para la comunidad judía
(mantenimiento del hospital y la sinagoga, asistencia a los necesitados,
etc.).
Desaparecido el barrio judío, y su estatus jurídico dependiente
de la monarquía, estas rentas, o morabetinos, pasaron a manos del
fisco real, perdieron su originaria función piadosa hacia la comunidad
y fueron vendidas, mayoritariamente, a un cambista cristiano, Guillem
Colom, que a su vez las dio a su hijo Jaume. La importancia de este documento
es que recoge el itinerario seguido, de manera detalladísima, por
el procurador en sus visitas a la judería, con la indicación
de 87 edificios y sus propietarios, lo que ha permitido la reconstrucción
de la estructura del barrio y, como no, la localización documentada
del emplazamiento de la sinagoga mayor de los judíos de Barcelona.
QUATROS
SINAGOGAS DOCUMENTADAS
Los judíos barceloneses medievales disponían, como mínimo,
de cuatro sinagogas documentadas: la sinagoga mayor, la sinagoga llamada
"Poca" (debajo de la actual capilla de Sant Jordi del Palau
de la Generalitat), la sinagoga nueva o menor (bajo los restos de la iglesia
de la Trinitat, en la calle Ferran) y la sinagoga o "escuela de las
mujeres" (que ocupaba el actual solar en el que se erige un edificio
exento en la plaza Manuel Ribé, en la judería), que disponían
de un espacio propio para la oración dado que no cabían
en otras. Se conoce su localización pese a que la certidumbre de
que en la actualidad se hayan podido conservar restos materiales debe
tomarse con reservas.
En Barcelona no se conserva, como pasa en Girona o Besalú, ninguna
grieta para colocar la mezuzá (pequeño pergamino que contenía
una oración escrita) en el marco derecho de las puertas de las
casas judías, donde se podía leer la palabra "Todopoderoso"
y que los devotos estaban obligados a tocar al entrar y salir. Aunque
algunos visitantes de la judería buscan rastros de ellas, como
el norteamericano André Aciman (de quien B.MM, en su sección
Prensa Internacional del número 57, extractó un artículo
publicado en el New York Times Magazine).
Barcelona, igual que Girona, cuenta con numerosos restos arqueológicos
judíos, como por ejemplo lápidas con inscripciones hebraicas
que han sido reutilizadas a lo largo del tiempo como materiales de construcción
y que son visibles en la actualidad en el Palau del Lloctinent (en la
plaza Sant Iu, delante de la puerta de acceso al patio del Museu Marès,
se puede contemplar una a pie de calle), en el subsuelo de la Plaça
del Rei, en el Museu Militar de Montjuïc y también al lado
de la capilla románica del Poble Espanyol.
Otros han aparecido como resultado de excavaciones arqueológicas
en cierto modo inesperadas, como es el caso de la colección de
lápidas funerarias halladas con motivo de las excavaciones llevadas
a cabo durante la posguerra en el campo de tiro de Montjuïc y por
debajo de la actual carretera que conduce a él, donde hace siglos
estaba situada la necrópolis judía que ha dado nombre a
la montaña: aparecieron más de 170 enterramientos, con los
pies apuntando hacia el este. Uno de los hallazgos más espectaculares
fueron los pendientes de plata y los anillos de oro que se encontraron
como restos de un ajuar. Uno de estos anillos de oro lleva una bella inscripción
en hebreo: "Entre las mujeres de la tienda, Astruga sea bendecida",
uno de los nombres femeninos más habituales entre las antiguas
judías barcelonesas.
Dos anillos de oro aparecieron en el mismo dedo de la mano derecha de
una joven enterrada. Otro, de plata, posee una inscripción en árabe.
Los pendientes no se conservan en demasiado buen estado, pero recientemente
han aparecido en Girona otros muy semejantes y en perfecto estado de conservación,
que ayudan a hacerse una idea de cómo eran en realidad.
También, durante las obras de reforma del Pati dels Tarongers,
junto con los restos de los muros que rodeaban la judería aparecieron
unas lamparillas cerámicas entre los restos de las antiguas construcciones
.Desgraciadamente, desde el desmantelamiento, ya hace demasiados años,
de la colección permanente del Museu d'Història de la Ciutat,
los anillos, pendientes, restos originales de los baños y lápidas
judías ya no se encuentran en exhibición pública,
a la espera de una nueva presentación museística.
LA LAPIDA DEL CARRER DE MARLET
Es bien conocida la lápida que se puede ver en la calle Marlet
de la judería. Se trata de una copia que sustituyó a la
original en 1981 (la original también se encuentra en un almacén
del Museu d'Història de la Ciutat) y recuerda la fundación
de un hospital auspiciado por Samuel ha-Sardí, uno de los miembros
más destacados de la aljama de Barcelona durante el siglo XIII.
En 1820 (fecha de la construcción del edificio donde se encontraba
la lápida) se colocó al lado una extensa, pero errónea,
interpretación de los caracteres hebreos, que tiene poco que ver
con las traducciones autorizadas modernas.
El hebraista Eduard Feliu la ha traducido como: "Fundación
pía de Samuel ha-Sardí; su luz arde permanentemente".
La gran mayoría de los ricos manuscritos iluminados de los judíos
medievales realizados en Cataluña se encuentran dispersos en la
actualidad por todo el mundo: la famosísima Hagadà de Barcelona
en el Museo Británico, la Bíblia de Cervera en la Biblioteca
Nacional de Portugal, la Guia dels Perplexos de Maimónides en la
Biblioteca Real de Copenhague, L'Atlas català de Abraham Cresques
en la Biblioteca Nacional de Francia...
Del rico patrimonio bibliográfico judío producido en juderías
como la de Barcelona no queda prácticamente nada en los archivos
y bibliotecas de la ciudad.
Bien, quedan los restos que se salvaron de la destrucción de todos
los libros y manuscritos escritos en hebreo ordenada por la Inquisición
en 1498 y que hoy reaparecen inesperadamente: uno de ellos se encuentra
en el archivo de la biblioteca de la Universidad de Barcelona como hoja
de guarda de una obra teológica cristiana procedente del convento
dominico de Santa Caterina.
Un indicio más -otro entre tantos- del triunfo de la Iglesia sobre
el extinto judaísmo catalán. Las grandes obras de los judíos
catalanes se fueron de Barcelona para no volver nunca, ni tan sólo
para participar en exposiciones. BARCELONA METROPOLIS MEDITERRANIA |