Recreación de la torre fenicia de Hércules.
EL IDEAL GALLEGO
El legado de los celtas y de los fenicios en Galicia.
Las relaciones económicas entre las dos culturas estuvieron estrechamente unidas en los intercambios comerciales con los semitas y los naturales de la región gallega descendientes de la raza celta de Gael. Aquellos fueron los que denominaron a la ciudad de A Coruña como Corum, es decir “lengua de tierra”
Aquellos primitivos denominaban a esta, hoy ciudad, como “Corum” (lengua de tierra) luego prosiguieron sus andanzas y siguiendo los cauces de los ríos fueron poblando las tierras altas, al ser más seguras para su supervivencia. Sus cabañas eran de forma circular y cubiertas de un espeso ramaje. Cuando alguien moría su cuerpo se incineraba y sus cenizas se depositaban en el templo sagrado de la “mamoa”, que constituía el acto tribal más relevante de los celtas. Al constituirse la nación celta en Galicia, sus costumbres adquieren algunos cambios y en lugar de incinerar a los muertos, son enterrados, bajo la bóveda de la “mamoa”.
Una de las plazas fuertes de los celtas se sitúa en Brigantium (Betanzos) siendo Corum el puerto natural de aquella plaza donde residen los caudillos más importantes de la zona que comprendía el golfo Ártabro. Y quizás aquella se llamase así en memoria de su fundador, Breogán, al que se le atribuye haber levantado la primera columna de Hércules, bajo auspicio de los fenicios en Corum (Coruña). Dicha columna tiene su propia historia y proviene de una fábula fenicia que aquellos divulgaron, floreciendo Brigantium, a la sombra de los comerciantes semitas.
Comercio
En los puertos del noroeste peninsular se cargaba el metal que las caravanas recogían a lo largo de Galicia y embarcaban sus minerales con destino a los puertos de Sidón, Arados, Biblos, Ugarit y Tiro, entre otros, siendo Trípolis, la capital de Fenicia.
El geógrafo Ethicus, del siglo IV de nuestra era, decía acerca de la columna de Hércules (él, la nombra como columna de Breogán): “La cual mira a la costa de Irlanda y la Isla de Faro, su parte más saliente se adentra en el mar profundo del Cantábrico, mirando de lejos a Brigantium (Betanzos) la cual guarnece y se halla enclavada en la dirección del viento africano del Cierzo”.
En la antigüedad el cabo de Nerio era sagrado para los navegantes y también el cabo de Cunneo, dedicado a la deidad de Hércules y en el de Nerio, se levantaba el “Ara Solis”. Ambos lugares les estaban dedicados como templos solares, situados a poniente, según apunta Homero: “En los últimos confines de la Tierra”. La antigua creencia, donde el Sol se acostaba después de un día de trabajo para los hombres y las sombras de la noche venían sobre la tierra, en una penumbra de terror y desasosiego, era una creencia muy arraigada entre los mortales que vivían o navegaban por esta zona.
Leyenda
De los fenicios se transcribe la leyenda de Gerión y Hércules, la que se da en la antigua Bética y en Galicia solamente, como únicos lugares que tienen una historia común, sus versiones apenas tienen diferencias entre sí, una leyenda mitológica que los fenicios desarrollaron durante el periodo de colonia en Cádiz y de relaciones comerciales en Galicia. Cabe señalar que en A Lanzada, había otro faro fenicio, este era más modesto que el de Breogán, de cuyo origen nadie dudó, al contrario de lo que sucede con el de la ciudad herculina. Aquella columna desapareció y sus restos sirvieron para abrir caminos y cerrar cercas de algunas fincas. Este debía tener también cuatro lienzos y el lugar es conocido por el Monte del Faro, se hallaba frente a las Islas Cicas (Sisargas) para los fenicios y Casitérides, para los griegos. Entre los íberos, aquella deidad de la luz solar, se conocía como “Endobal Hércules”.
Aquellos navegantes semitas de Sidón y Tiro, en sus expediciones a Galicia, bautizan sus ricos yacimientos, como “Cicas” y los fenicios le otorgan el nombre de “Casitérides”. Para evitar que estos emporios cayesen en manos griegas, los tripulantes de las naves fenicias, tenían que guardar su mayor sagrado secreto, la regla era sencilla y se cumplió a raja tabla bajo el juramento que cada uno hacía antes de salir en el templo sagrado de Hércules, para realizar la peligrosa travesía marítima: “No decir nada, no escribir nada y no saber nada”. Los nombres del Orzán y Monelos, son enclaves fundados por aquellos semitas fenicios.
Pérdida de fuerza
La factoría de Brigantium pierde fuerza comercial, al paso que las rutas van creciendo y se abren otros apostaderos de carga del mineral, así tenemos a Lambrica (Arosa), Iria Fravia, A Lanzada, Bares, Duyo (Finisterre), Noela (Noya), Tude (Tuy), Adrobiga (Coruña), cuyo refugio portuario era A Pragueira. Mientras que los minerales se traían de la sierra de Larouco, monte de Santa Comba, Sabarís y Monteferro, así como del cabo Ortegal y sierra de la Capelada en Corum (Coruña). Otros procedían de Beariz, Avión, Pesqueira, Monterrey y la Penouta, en Ourense, también del río Sil, Viveiro, Villarín y Teijeira. Otras minas se situaban al sur de Galicia, entre Tuy y Oporto, así como en Infesta, Cabrales y Onís, en Asturias, Villamarín, en León y entre Zamora y Salamanca. También, las de Carbajosa, Pino de Oro, Vallapedra, Almaraz y Arcillera.
También las islas Cíes sirvieron de embarcadero de aquellos preciados metales de la antigüedad. El estaño era el más codiciado y de mayor rendimiento económico, que los fenicios vendían a los griegos en grandes cantidades y su principal cliente. Los semitas hallaron en Galicia una cooperación con los celtas para el transporte de los metales a tierras fenicias y lo hicieron sin ser una colonia, sino como un recurso económico y sin perder su estatus de sociedad como estaban constituidos, sintiéndose cómodos en los intercambios comerciales con las tribus celtas de Galicia. Mientras, Cádiz era su colonia más importante de la Península Ibérica.